Columna de Carlos García: Salario mínimo: continuación de los mitos
Hace un año en esta misma columna expliqué que las mediciones en Chile y el mundo encuentran una y otra vez que los efectos del salario mínimo son despreciables sobre el empleo. En esta ocasión derribaremos otro mito: el temido impacto inflacionario del salario mínimo.
La lógica que sostiene este mito es simple: un salario mínimo más alto incrementa los costos de producción, y con ello, las empresas traspasan estos aumentos a sus precios para poder seguir compitiendo en los mercados. Según esta lógica, el peor favor que se puede hacer a los trabajadores es subir el salario mínimo, porque ellos no solo perderán sus empleos, sino que también parte del poder adquisitivo de su sueldo por los aumentos del IPC.
Empecemos por las cifras. El aumento de salario mínimo este año será de un 12% (de 410 mil a 460 mil pesos), porcentaje que debe ser rebajado por varios elementos ya establecidos por la moderna teoría macroeconómica. El aumento correcto debe ser el real, no el nominal. Por eso, este incremento se reduce a 5%, al descontar al 12% un 7% de inflación esperada. Luego, depende del porcentaje de trabajadores afecto a este incremento (54% según el INE) y de la participación del trabajo en los costos de producción (50%). Pero, sobre todo, se debe considerar el impacto de los bajos niveles de competencia que mencionamos más abajo y que retardan el traspaso de los salarios a los precios. Todos estos elementos reducen el impacto sobre la inflación a aproximadamente 0,12% en 2023, es decir, ¡un efecto marginal!
¿Por qué el mito inflacionario fracasa tan estrepitosamente? La lógica del mito depende crucialmente de un supuesto que está ausente no solo en Chile, sino en la mayoría de los países: que los mercados sean perfectamente competitivos. Muy por el contrario, nosotros mismos hemos aprendido con los años que muchos mercados son imperfectos; es más, algunos han fallado miserablemente. Ejemplos para refrescar la memoria: las farmacias, el papel confort, las navieras, el asfalto, los pañales, los pollos, etc. Así, las empresas tienden a fijar precios que generan márgenes de ganancias superiores a los normales y, en algunos casos, acordados con unos pocos competidores, que retardan el traspaso de los aumentos de los salarios a los precios.
Por último, ¿es el aumento de nuestro salario mínimo excesivo rebajando mucho las utilidades de las empresas nacionales? En relación con los países de la OCDE, de la que dicho sea de paso somos parte, el salario mínimo en Chile aumentará en un 9% (incluyendo el aumento de este año), relativo al salario promedio de los otros países de la OCDE. Sin embargo, ¡este es el aumento total de los últimos 20 años! Para tener un nivel similar a estos países el salario mínimo debiera llegar a aproximadamente 620 mil pesos.
El drama de nuestro país es que con la cifra de 620 mil pesos nos aproximamos al salario promedio que reciben los trabajadores formales en Chile. Entonces, más que discutir todos los años sobre los mitos del salario mínimo, debiéramos cambiar el foco hacia replantear la política de capital humano y, por tanto, cómo impulsar la productividad y los estándares de vida de nuestra población.
Por Carlos García, académico de la Facultad de Economía y Negocios UAH
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