Columna de Carlos J. García: Salario mínimo: mito y medición
Por Carlos J. García, Ph.D. en Economía University of California; académico de la Facultad de Economía y Negocios, Universidad Alberto Hurtado
Empezaré citando el comienzo del libro de David Card y Alan Krueger de 1995, del cual tomé parte del título para llamar esta columna: “Hace casi 50 años atrás, George Stigler imploró a los economistas estar de acuerdo que un incremento del salario mínimo reduce el empleo. El razonamiento es simple y convincente. De acuerdo con todos los libros de texto introductorios de economía, un aumento de ese salario reduciría el empleo de los trabajadores afectos a éste”. Esta lección no solo la recibieron muchos economistas en los Estados Unidos sino también en el mundo y por supuesto en Chile.
Ese es el mito y que cada vez que se discute sobre el salario mínimo renace. Por el contrario, las mediciones en Chile y el mundo encuentran una y otra vez que los efectos del salario mínimo son despreciables o positivos sobre el empleo. Tan importante ha sido este resultado, que Card recibió el premio Nobel de Economía el año pasado, y Krueger seguramente lo hubiera recibido, pero lo perdimos lamentablemente el 2019. El argumento de estos economistas, en términos muy simples, es que los empleadores tienen poder para contratar a menos trabajadores y a salarios más bajos que en el caso alternativo en que ambos tuvieran iguales condiciones de negociación. En esta última situación un aumento del salario mínimo produce exactamente lo contrario al mito: sube el empleo.
Si uno toma la información OCDE del 2020, el salario mínimo de Chile, país orgulloso de ser parte de esta organización, tenemos que nuestro salario mínimo es solo más alto que en los casos de México, Brasil y Rusia. Peor aún, el salario mínimo promedio de los países de la OCDE -todo medido en dólares- es el doble que en Chile. Si uno se pregunta ahora si el aumento a 400 mil pesos es muy alto y tendrá efectos negativos sobre la economía - considerando la aplastante evidencia internacional mencionada más arriba- la respuesta es obvia: ninguna. Si en los países en que realmente tienen salarios mínimos altos, el aumento de éstos no tiene efectos o son directamente positivos, es difícil pensar que en Chile -considerando los niveles que tiene en nuestro país- tendrá algún efecto y menos si uno creé que servirá para mejorar la distribución de los ingresos.
La única evidencia encontrada hasta ahora en el mundo es el efecto negativo sobre el empleo juvenil poco calificado, debajo de 20 años. No todos los estudios confirman este resultado, aunque sí es más definitivo el impacto negativo sobre el total de horas trabajadas de estos jóvenes. Sin embargo, en este segmento surge otros temas mucho más relevantes que el propio salario mínimo: mejorar la productividad y evitar que los empleadores tengan exceso de poder para fijar salarios muy bajos. Estos jóvenes en vez de estar trabajando debieran tener la posibilidad de educarse apropiadamente para ser trabajadores calificados y, así mejorar su estándar de vida, con salarios competitivos.
En resumen, si bien es absurdo pensar en aumentos desproporcionados en el salario mínimo más allá de los estándares internacionales, también es completamente impensado que reduciendo los salarios a niveles irrisorios se solucionarán problemas como la inflación o desempleo juvenil. ¿No cree usted? ¡El argumento es malo en ambos sentidos!
En fin, dejemos atrás este mito y creamos más en la evidencia, como nos enseñó Alan Krueger.
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