Columna de Carlos Meléndez: El largo brazo de las dictaduras



Algunos partidos de derecha democrática han fundado sus convicciones en el legado político de dictaduras. Al comenzar la tercera ola democratizadora en América Latina, esta vinculación entre el pasado autoritario “democratizado”, se hizo palpable en proyectos como la UDI (Chile) o ARENA (El Salvador). También surgieron partidos herederos de autoritarismos caudillistas, como el fujimorista Fuerza Popular (Perú) y el uribista Centro Democrático (Colombia). Pero los partidos de derecha de última generación se caracterizan por capitalizar temas conservadores y de “mano dura”, aunque alejados de reivindicaciones de dictaduras atroces. Ni Nuevas Ideas de Bukele (El Salvador) ni Renovación Popular de López Aliaga (Perú), se animan a tanto. Por eso, llama la atención como los dirigentes del “novel” Partido Republicano sean tan vocales con su admiración a un dictador como Augusto Pinochet (el PSL de Bolsonaro es otro ejemplo).

Pero poco se ha estudiado la vinculación de partidos de izquierda con dictaduras arraigadas en ese campo político. En América Latina, cuando se piensa en partidos de raigambre autoritaria, casi automáticamente se les relaciona con la derecha, cuando la realidad es más compleja. ¿Cuántos partidos de izquierda le rinden pleitesía y respetos inmerecidos a la dictadura castrista, la madre de todos los autoritarismos zurdos en la región? Resulta relativamente sencillo para los novicios proyectos políticos de izquierda romper con el chavismo y con el sandinismo, pero ni una sola palabra severa sobre la dictadura de izquierda más perversa y longeva de este hemisferio. ¿Acaso el Partido Comunista chileno -incluyendo a sus renovadas figuras- no es un fiel defensor del castrismo? ¿Acaso el propio Presidente Gabriel Boric se atreve a ensayar una crítica a la dictadura caribeña, con la misma frecuencia y vehemencia con la que deshilacha a la nicaragüense o la venezolana?

Es interesante notar cómo las viejas dictaduras del siglo XX latinoamericano -de derecha, como la de Pinochet, y de izquierda, como la Castro- siguen palpitando en los corazones millennials, en teoría, renovadores de las viejas castas partidarias. ¿Cuándo la tradición neoliberal latinoamericana se divorciará completamente del pinochetismo y cuándo la izquierda continental dejará de añorar, con nostalgia y trova, a la revolución cubana?

Si bien las dictaduras de derecha parecen erradicadas del horizonte, al menos por el momento; las satrapías de izquierda -Cuba, Venezuela, Nicaragua- siguen vigentes, oprimiendo y violentando los DD.HH. e influyendo en la política continental. Por ejemplo, la presión cubana ante la OEA para obstruir las investigaciones de la CIDH sobre la responsabilidad del Estado cubano en las muertes de los opositores Harold Cepero y Oswaldo Payá, cuya hija estuvo recientemente en Santiago solicitando al Presidente Boric “que cruce la línea roja” que le inhibe criticar al castrismo con la misma dureza que con otras dictaduras. Porque de todas las dictaduras de izquierda actuales, qué duda cabe, la cubana ha sido la más resiliente, precisamente por la complicidad silenciosa de los dizque “demócratas” progresistas.

Por Carlos Meléndez, académico UDP y COES