Columna de Carlos Meléndez: Lo que vas a hacer, hazlo pronto

Opening session of the 141st legislative term at the National Congress in Buenos Aires


En tiempos de deslealtades políticas, quizás no haya mayor desafío que mantener cohesionado a un proyecto político. Las victorias suelen retar más la unidad que las derrotas. En todo caso, una revisión de la izquierda “vencedora” de la última ronda de elecciones en el vecindario, puede conducirnos a esa conclusión. La izquierda que hace poco llegó al poder en Argentina, Bolivia y Perú, hoy se encuentra escindida, fraccionada y golpeada por acusaciones de “traición” de entre propios.

En Argentina, a Alberto Fernández se le acusa de “traición a Cristina”, imputación mucho más sacrílega que vender a la misma patria. El poder desgasta, especialmente en un país en crisis económica, y en el cálculo del kirchnerismo, la única forma de sacar más votos posibles es distanciarse del ex jefe de gabinete de Néstor, hoy en la poltrona de la Casa Rosada. Alberto quiere ir a la reelección -preferiría, dice, ir a primarias con Cristina-, pero la expresidenta ha señalado que no será candidata presidencial. Así que en La Cámpora prefieren barajar distintos nombres -no se descarta un “tapado”-, antes que apoyar la reelección albertista.

En Bolivia, Evo Morales dice que el MAS no gobierna. Se siente “traicionado” por el actual Presidente, Luis Arce, y por su otrora vicepresidente, Álvaro García Linera. A diferencia del peronismo argentino, el MAS se había mostrado como una sola fuerza popular que históricamente había superado faccionalismos. Actualmente no se descarta una división de cara a las elecciones de 2025 entre el Presidente Arce, el expresidente Morales y el vicepresidente Choquehuanca.

En Perú, la ex compañera de fórmula de Pedro Castillo, Dina Boluarte, se ha ganado rápidamente los odios más viscerales, comenzando por sus otrora camaradas. Acaba de salir airosa de un intento de destitución presidencial (el enésimo en Perú) promovido por los congresistas elegidos bajo el mismo emblema por el que ella llegó al poder. Si bien es cierto que en este país se ha institucionalizado la “traición vicepresidencial”, ya sea de derecha o de izquierda (ej., Vizcarra a Kuczynski, Boluarte a Castillo), cobra especial atención el pragmatismo que ha abrazado la Mandataria para pelearse con la izquierda continental -desde AMLO hasta Petro-, la misma que hasta hace poco la promovía en sus foros ideológicos.

Quizás estas escisiones internas sean la primera indicación del final de la marea rosa. Precisamente, las divisiones fraternas refieren esfuerzos que hacen las facciones más tradicionales -el kirchnerismo, el evismo, el castillismo-, al apelar a personalismos y a la victimización (vía “judicialización de la política”) como últimos recursos para mantener respaldos, pues ha quedado demostrado que a la hora de administrar sus gobiernos, la izquierda sigue luciendo ineficiente y amateur. Pero, antes de reconocer esto y otros errores propios, opta por la estrategia de responsabilizar al “otro” (en esto no se distingue de la derecha), disfrazando al compañero de luchas de “traidor”, ya sea porque pactó con el FMI o porque apostó por la real politik de la gobernabilidad. En la actualidad, en la izquierda, la acusación de “traición” es más pronta que la traición misma.

Por Carlos Meléndez, académico UDP y COES