Columna de Carlos Meléndez: Lo real-calamitoso

FILE PHOTO: Colombians head to polls in divisive presidential contest


Por Carlos Meléndez, académico UDP y COES

Este último domingo en Colombia, el establishment político -establecimiento, le dicen en estricta traducción- perdió la primera vuelta presidencial. Este resultado inédito en la historia de ese país, se debe a que Federico Gutiérrez, el candidato de la coalición de centroderecha -donde confluyeron los partidos tradicionales Conservador y Liberal y el uribismo- quedó fuera de carrera. El populista de izquierda Gustavo Petro y el populista anticorrupción Rodolfo Hernández movilizaron, cada cual a su modo, las identidades anti-establecimiento: el primero desde una perspectiva ideológica y el segundo de manera más visceral e irreverente. Entre estas dos alternativas surgirá el próximo mandatario colombiano.

Si bien consiguió un 40% de los votos válidos, el panorama no es alentador para Petro. Conseguir los diez puntos porcentuales que requiere, enfrenta obstáculos. Primero, el antipetrismo -ese rechazo a la versión local de la izquierda- debe ser la identidad política más sólida actualmente. Fundado en un pasado que lo asocia a las versiones violentistas de este espectro político (M-19) y ubicado, por sus detractores, en la órbita del chavismo, se azuzan temores más fuertes que sus ensayos de moderación. Además, sorpresivamente cataliza -en estas tres semanas de campaña pendiente- la animadversión contra el establecimiento. Senador y exalcalde capitalino, dio su discurso de triunfo desde el balcón de la política tradicional colombiana (el Hotel Tequendama), fusionándose así involuntariamente con ella. De los dos candidatos en carrera, es el de más fácil vinculación con el establecimiento político en tiempos de anti-establishment.

El favorito es, sin duda, Hernández. Díscolo, mediático, empático con los cansados de “lo mismo de siempre”, ha sabido articular a quienes rechazan el establecimiento político tratando de asolapar sus preferencias ideológicas y valóricas. Empresario millonario septuagenario santanderiano, dialoga identitariamente con una derecha conservadora. Es por ello que el establecimiento económico lo ha abrazado oportunistamente, confiando en que este populista puro se parecerá más a AMLO (versión presidente) que a Pedro Castillo, sus símiles latinoamericanos. Es decir, dejará hacer negocios como cualquier empresario pudiente que llega al poder y repetirá una gestión pública sin sobresaltos (como ex alcalde de Bucaramanga).

Sin embargo, advierto un riesgo: un populista sin partido como Hernández (AMLO pasó años forjando Morena) puede caer fácilmente en la confrontación mediática con sus rivales como estrategia para balancear su amateurismo político y su falta de equipo para las lides del gobierno nacional. Si a ello le sumamos que apenas cuenta con un puñado de legisladores, tendría que venderse muy barato para obtener protección legislativa, algo difícil de suceder con un populista inquieto como “el viejito del tik-tok”.

Mientras el establecimiento político colombiano rumia su derrota; el establecimiento económico sonríe muy confiadamente pues considera que es más fácil cooptar a un outsider (Rodolfo) que llegar a acuerdos con un viejo rival (Petro). Una vez más, podrían equivocarse.

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