Columna de Carlos Ominami: Apostar a la paz
Se cumplió un año desde el inicio de la invasión de Rusia a Ucrania. Todo indica que asistiremos durante los próximos meses a la agudización de la guerra con todas las consecuencias y horrores que ello implica. Así se desprende de la visita del Presidente Biden a Kiev, del discurso de Putin ante la Asamblea Federal de Rusia, del llamado de Zelenski a hacer del 2023 el “año de la victoria”. En la misma dirección se han pronunciado los principales líderes europeos, que forzados por las circunstancias han traspasado las líneas rojas inicialmente establecidas en cuanto a su involucramiento en el conflicto. En suma, todo apunta hacia una escalada.
Ha hecho bien Chile en condenar categóricamente la invasión rusa a Ucrania. Esta constituye una abierta violación de principios básicos del derecho internacional y la Carta de Naciones Unidas. No basta, sin embargo, con mantenerse en esa posición de principios. Corresponde ahora fijar posición frente a la intensificación de una guerra que ha causado de manera directa más de 100 mil muertos y el desplazamiento forzado de 8 millones de ucranianos.
En un texto reciente, uno de los grandes pensadores de nuestra época, Jürgen Habermas, entrega pistas que ayudan a la reflexión. Destaco tres ideas centrales: 1) Ucrania no debe perder la guerra, pero no puede derrotar militarmente a Rusia; 2) los intereses de Ucrania no son los únicos en juego; 3) hay que evitar por todos los medios llegar al punto en que Occidente tenga que optar entre involucrarse abiertamente en la guerra o abandonar a Ucrania ante la amenaza de una nueva guerra mundial entre potencias atómicas.
Aunque las únicas voces que hoy se escuchen sean las de las armas, es preciso abrir el camino a negociaciones de paz a partir de “compromisos soportables” para las partes.
Los países del sur global han avanzado en esa dirección. América Latina y Chile en particular debieran asumir esta causa. Ucrania tiene todo el derecho a ser una nación independiente dentro de fronteras seguras. Por su parte, Rusia no debiera ganar nada producto de la invasión, pero el arreglo debiera permitirle salvar la cara.
En algún momento, el agotamiento de tropas y de material, más una presión de las opiniones públicas en EE.UU. y Europa, obligarán a la apertura de negociaciones. Esa es una decisión que adoptarán los principales involucrados sin preguntarle nada a ninguno de nuestros países.
Ni en esta ni en ninguna otra cuestión podemos ir a remolque de las grandes potencias. Basados en razones políticas y morales debemos ser parte de los esfuerzos destinados a lograr la paz. El no alineamiento activo como doctrina y guía para la acción que no promueve ni la neutralidad ni la equidistancia, proporciona una base sólida para fundamentar una posición que permita intervenir y ser escuchados en los grandes debates mundiales en conformidad con nuestros principios e intereses, sin subordinación abierta o velada de ninguna especie.
Por Carlos Ominami, economista
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.