Columna de Carlos Ominami: Chile y América Latina en el mundo de Trump
Nadie puede alegar desconocimiento. Esta vez los americanos votaron con total conocimiento de quien será su 47vo Presidente. Trump previno también al mundo que los EE.UU. estarán de vuelta para recuperar la grandeza perdida sin importar cuanto pueda afectar la gobernabilidad global, el libre comercio o la lucha contra el cambio climático. Los EE.UU. que emergieron al final de la Segunda Guerra Mundial como gran potencia abierta al mundo y modelo de democracia quedarán atrás. El accionar del nuevo Presidente se guiará más por intereses que por valores.
Las razones que condujeron a este resultado serán objeto de concienzudos análisis. Destacarán factores como la migración descontrolada, la desindustrialización, la precarización de las clases medias, la erosión del poder de compra, la concentración del poder económico y el predominio de las finanzas. La responsabilidad del Presidente Biden y los demócratas será severamente enjuiciada. Es imperdonable que en cuatro años de gobierno no hayan sido capaces de responder a las angustias de millones de americanos y que Biden haya insistido hasta último minuto en una candidatura inviable.
El futuro se anuncia turbulento e incierto. Muchas de las promesas de Trump, como las deportaciones masivas o la resolución en 24 horas de la guerra entre Rusia y Ucrania, generarán fuertes resistencias y serias dudas en cuanto a su factibilidad.
En el corto plazo Chile y América Latina tendrán que lidiar con las alzas de tasas de interés producto de un mayor endeudamiento y los rebotes negativos de la anunciada intensificación de la guerra comercial con China. Se requerirán, sin embargo, definiciones de mayor envergadura. Hay que responder a la pregunta: ¿cómo relacionarse con el gran vecino que abdica de su liderazgo hegemónico y pone expresamente por delante la defensa de sus intereses más inmediatos? Tenemos como región que construir una respuesta. Trump fue electo Presidente legítimamente y merece el respeto propio de esa condición. Ahora bien, si él pone por delante la defensa de sus interés, pongamos también nosotros los nuestros. El camino de la obsecuencia que proponen Milei, Bolsonaro o Bukele no es opción. China se convirtió hace años en el principal mercado para la mayoría de los países de América del Sur y un referente de creciente importancia en materia tecnológica y financiera. Es un dato de la causa que bajo ninguna circunstancia se puede aceptar su impugnación por razones políticas.
Desde ya tenemos que decir con respeto, pero mucha claridad, que no aceptaremos imposiciones humillantes como las que sufrimos durante la primera administración Trump en el caso de la fibra óptica transpacífica. Es posible, sin embargo, encontrar un terreno de convergencia con el Trump que afirma “no voy a empezar guerras, voy a frenar guerras”. Está también en nuestro interés preservar a América Latina como “Zona de Paz” libre de guerras rechazando para ello los alineamientos como el de Maduro con Rusia e Irán o el de Milei y Noboa con EE.UU.
Por Carlos Ominami, presidente del Foro Permanente de Política Exterior