Columna de Carlos Ominami: El nuevo camino de Lagos

EX PRESIDENTE DE LA REPUBLICA, RICARDO LAGOS


Su anunció me tomó de sorpresa, pero no me extrañó. Lo conozco desde hace más de cuarenta años. Es perfeccionista y no práctica la improvisación. Soy testigo privilegiado. Fui jefe de la precampaña presidencial de 1993 y compartí la dirección de la del 2000. Consagré muchos años de mi vida a su proyecto presidencial. A su vez, el fue muy decisivo en mi opción senatorial.

La Presidencia de Lagos fue el fruto de una larga preparación. Fueron años de trabajo paciente; reuniones semanales en una naciente Fundación Chile21; constitución de equipos; diálogos con la ciudadanía, largas conversaciones con dirigentes políticos de todos los colores y muy diversos países.

Sale de la escena pública por la puerta ancha. El mismo preparó y anunció su decisión. Sintió que debía emprender un nuevo camino sin largos viajes al extranjero y alejado del escrutinio público. Está haciendo lo que pocos consiguen: retirarse a tiempo de la primera línea.

Entre sus méritos hay que destacar su capacidad para recuperarse de las derrotas y el sentido del tiempo histórico. Así, absorbió estoicamente la derrota senatorial del 89 y luego la que sufrimos en las primarias del 93 que, ante la incomprensión de muchos de los nuestros que no acompañaron, pavimentaron el camino al triunfo del 2000. Demostró también su sentido del tiempo histórico en 1989 al declinar una candidatura presidencial merecida por su condición de ícono de la lucha en contra de la dictadura.

Hay que escuchar bien su mensaje. No se desentenderá de lo que pase en Chile y en el mundo. Romperá su silencio las veces que estime necesario. Puede haber Lagos para rato.

Han sido muchas las muestras de aprecio hacia su persona provenientes incluso de críticos implacables. Se puede dudar de su sinceridad, pero el hecho es que por algo se hacen. La razón es evidente, su legado es incuestionable: el prestigio de la autoridad presidencial; el respeto a las instituciones; la normalización de las relaciones con las FF.AA.; la defensa de la dignidad de Chile para adoptar decisiones delicadas como no aceptar la imposición del Presidente de los EE.UU. a propósito de Irak; un principio de reparación a las víctimas de prisión política y tortura, o la responsabilidad fiscal. Un gran republicano, sobrio, austero, gran conocedor de nuestra historia y loca geografía y el más versado de los presidentes.

Lagos se debatió entre ser el primer presidente socialista del siglo 21 o el tercer presidente de la Concertación en la continuidad con Aylwin y Frei Ruiz-Tagle. Optó por lo segundo. No a todos les gustó, pero la tragedia de Allende estaba todavía muy presente. Entendió que la obligación primera de un presidente de izquierda era demostrar que era capaz de gobernar para todos los chilenos y terminar su mandato. Lo consiguió y como signo inequívoco del éxito de su gobierno entregó la banda presidencial a su ministra: Michelle Bachelet.

Tuve diferencias con él, pero éstas no han impedido algo esencial: mantener el cariño y la amistad.

Por Carlos Ominami, economista