Columna de Carlos Ominami: Jadue, los judíos y la izquierda
La llamada guerra entre Israel y Hamas se constituirá en un parteaguas inevitable. Habrá un antes y un después. El horror desatado por Hamas el 7-O y las represalias sobre la población de Gaza ejercidas por Israel merecen una condena sin apelación. Se trata, en el primer caso, de una masacre despiadada, y en el segundo, de crímenes de guerra tipificables como genocidio. Las ambigüedades al respecto pesarán a futuro como un grave estigma para no hablar de las responsabilidades directas que debieran ser juzgadas por un tribunal internacional imparcial.
La invasión de Ucrania por parte de Rusia mereció en su momento un masivo rechazo por parte de una gran mayoría de países. Fue una violacion flagrante del derecho internacional. EE.UU. y la Unión Europea se involucraron incluso en un esfuerzo de guerra que le ha permitido a Ucrania ofrecer una resistencia que Putin y los generales rusos no esperaban. Si la condena a la invasión ha sido ampliamente mayoritaria, no ha ocurrido lo mismo respecto de las sanciones. Aquí, la gran mayoría de países optaron por abstenerse o derechamente votar en contra. La explicación es evidente: se trata de un conflicto que tiene una dimensión geopolítica innegable que afecta a Europa y a la OTAN de manera mucho más directa. Incluso, en el debate surgieron relativizaciones respecto de la condena a Rusia fundamentadas en la historia y la necesidad de Rusia de disponer de fronteras seguras.
Nada de esto está presente en el drama del Medio Oriente, que tiene como principal víctima al sufrido pueblo palestino. No ha habido aquí sanciones. Los tibios llamados a Netanyahu a moderar su ofensiva suenan como palabras huecas que no hacen nada para detener la barbarie. El doble estándar de las potencias occidentales, comenzando por EE.UU., es escandaloso. Tendrá consecuencias: han liquidado la autoridad moral y política que esgrimían para predicar sobre derechos humanos y derecho humanitario.
Esquirlas del conflicto han llegado a Chile. Las declaraciones de Daniel Jadue, alcalde y ex precandidato presidencial han sobrepasado todos los límites. A firmar que existe una contradicción entre ser judío y ser de izquierda, y asimilar el judaísmo a la ideología nazi es un agravio inexcusable. Por de pronto, para miles de judíos que en todo el mundo han sido parte de los combates por la justicia social promovidos por las izquierdas. La contundente respuesta de Carmen Hertz y Miguel Lawner ahorra comentarios.
Pero no se trata solo de los judíos. Cuando Daniel Jadue se autootorga autoridad para definir quién es de izquierda y quién no, lo hace aparecer como una secta de contornos ideológicos cerrados, intolerante e insensible a las violaciones de los derechos humanos. La reticencia de algunas izquierdas en el mundo para condenar la masacre perpetrada por Hamas es grave y no será olvidada. Ojalá que en defensa de la integridad ética de la izquierda, la dirección del Partido Comunista repudie sin ambigüedades esas declaraciones. Es justo y necesario, como se dice en las misas.
Por Carlos Ominami, economista