Columna de Carlos Ominami: La renovación del socialismo y la reforma de la política
La primera renovación socialista puso el foco en la democracia y la generación de alianzas amplias entre el centro y la izquierda. Su balance es ampliamente positivo. Contribuyó poderosamente a la derrota de la dictadura y a la formación de una coalición que le dio a Chile cuatro gobiernos sucesivos que hicieron progresos incuestionables en derechos humanos, reinserción internacional, reducción de la pobreza y dinamismo económico.
Un balance ecuánime de este proceso debe reconocer también sus falencias. Una muy significativa fue la ausencia de una formulación rigurosa sobre la necesidad de construir una fuerza política capaz de asegurar una conducción consistente. Durante todos estos años el énfasis ha estado puesto en la gestión gubernamental y la actividad legislativa. La construcción partidaria quedó relegada a una función de segundo orden. Parte del desprestigio que envuelve a los partidos se explica por esta razón.
El socialismo no es una excepción. Durante todos estos años se ha mantenido dividido y aparece en consecuencia como una especie de archipiélago formado por varios partidos de distinto tamaño que están lejos de contener a todas las fuerzas que en la sociedad adhieren de una u otra manera al ideario socialista. Esto, le ha impedido pesar de manera más decisiva en las grandes definiciones políticas, oponiéndose por ejemplo a la deriva neoliberal que se manifestó incluso en los gobiernos que le ha correspondido encabezar a través de militantes de sus filas.
La reciente presentación de un proyecto de reforma política ofrece una oportunidad para superar esta falencia. Es de la mayor evidencia que un sistema político altamente fragmentado hace extremadamente difícil la generación de acuerdos. La definición de umbrales mínimos y el establecimiento de normas que favorezcan la disciplina partidaria constituyen avances. Por cierto, en el proyecto presentado no están contempladas todas las reformas que son necesarias. En el debate parlamentario puede ser enriquecido teniendo en todo caso presente la urgencia de avanzar. Si las elecciones parlamentarias de noviembre próximo se hacen de acuerdo a las reglas vigentes lo más probable es que de los 21 partidos actualmente representados en la Cámara de Diputados se llegue a cerca de 30. De esta forma podríamos tener una Cámara enteramente dominada por agrupaciones sin una mínima consistencia ideológica, que se asemejan más a emprendimientos personales que a verdaderos partidos políticos. El Congreso habría llegado así al punto de ser perfectamente irreformable como en el caso del Perú.
Entre la extrema fragmentación y el sistema binomial hay un espacio amplio para asegurar una adecuada representación de las grandes corrientes que existen en la sociedad. El reimpulso de un socialismo renovado con vocación de mayoría pasa necesariamente por la construcción de una fuerza política bien estructurada que aspire a representar los anhelos de cambio de amplios sectores de la ciudadanía.
Por Carlos Ominami, presidente Fundación Chile21