Columna de Carlos Ominami: Los 30 años: ajustando cuentas
En su visita a España, el Presidente Boric hizo una importante revalorización de los últimos 30 años. Reconoció sin ambigüedades la disminución de la pobreza, el fortalecimiento de las instituciones y la apertura al mundo como avances sustanciales. Algunos se han apresurado a denunciarla como una nueva voltereta. Es una crítica fácil e inconducente. Es propio de necios y arrogantes aferrarse a opiniones que se asumen como verdades inmutables. El Presidente Boric se ha guiado en esto por la máxima de A. Camus que acostumbra citar: “en política la duda debe seguir a la convicción como una sombra”.
Esta relectura de los treinta años debiera tomarse más bien como una invitación a un debate que permita generar una lectura más ecuánime de ese período.
Para el Frente Amplio el desafío es mayor. Su irrupción en la vida política se fundamentó en buena medida en una crítica despiadada a la transición, presentada como un largo continuo de abusos, renuncias y negociaciones espúreas. Las complejidades de una transición pactada con unas FF.AA. que no se sintieron nunca derrotadas, fueron sustituidas por un relato fantasioso según el cual una casta ávida de poder desmovilizó a un pueblo disponible para mayores combates. La actualización de la visión sobre los treinta años obligará a las fuerzas del Frente Amplio a un arduo trabajo intelectual que les permita definir nuevos paradigmas.
Por su parte, el Partido Comunista tiene también cuentas por saldar respecto de los treinta años. Por de pronto, asumir que fueron gobierno en el segundo período de la Presidenta Bachelet, hecho que tienden a olvidar. En todo caso, el PC tiene un desafío bastante más amplio: hacer concordar su práctica democrática con un marco teórico y referentes internacionales que hace mucho tiempo que debieran haber sido renovados.
Quienes fuimos parte de la Concertación tenemos nuestras propias cuentas pendientes. Faltó defender con mayor convicción la obra de nuestros gobiernos. Al polarizar el debate, el conflicto mal resuelto entre “autocomplacientes” y “autoflagelantes” estrechó el espacio para la defensa de lo realizado. Pero, es un hecho también que faltó una actitud más resuelta, para enfrentar sin complejos una obra que tuvo muchas dimensiones objeto de orgullo.
La derecha no puede tomar palco en este debate. La resistencia al cambio, la tozudez en mantener la Constitución de 1980 y la férrea oposición desplegada que llevó incluso a un dirigente de primera línea como Andrés Allamand a promover en el 2007 “el desalojo” debieran ser objeto de revisión crítica.
El interés de una relectura de esas tres décadas no es puramente académico. En momentos en que priman la polarización y las descalificaciones, un análisis sereno de los importantes avances que fuimos capaces de realizar durante los treinta años pasados puede ser un aporte significativo a una conmemoración de los 50 años del Golpe que dé fuerzas para seguir construyendo un mejor país.
Por Carlos Ominami, economista
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