Columna de Carlos Ominami: ¿Tienen futuro los Amarillos?
Nunca entendí por qué se autodenominaron Amarillos. Es una expresión que me huele a crumiros, a medias tintas. Hay que reconocer, sin embargo, que jugaron un papel de gran trascendencia en el triunfo del Rechazo. El protagonismo de sus principales voceros le permitió a la derecha desaparecer de las primeras líneas del combate público. De alguna forma, los Amarillos lograron representar al centro político que aliado con la derecha constituyó un frente ampliamente mayoritario. El Apruebo quedó encajonado como una opción de izquierda sólida en sus convicciones, pero minoritaria. Se comprobó por enésima vez que cuando las fuerzas de centro basculan hacia la derecha, la izquierda termina derrotada.
Los Amarillos han explicitado su voluntad de convertirse en partido político. Aplaudo la decisión. Buscan consolidar su gran momento. Inteligentemente aprovecharon los flancos que ofreció una Convención ciega y soberbia que no advirtió que el clima electoral que permitió su elección en mayo del 2021 se había modificado radicalmente en los meses siguientes, y que los 2/3 de la Convención ya no correspondían a una mayoría social.
Con su decisión de convertirse en partido los Amarillos transitarán por un camino más exigente. Era fácil oponerse y rechazar un texto con tanto flanco abierto y cabos sueltos. Ahora empezará lo difícil. Tendrán que explicitar convicciones y formular propuestas sobre cuestiones centrales en debate: ampliación de derechos sociales, democracia paritaria, régimen político, desarrollo sustentable, regionalización, pluriculturalidad.
En lo inmediato es de esperar que los Amarillos ejerzan su influencia para evitar que en la derecha se impongan los sectores más conservadores y que la consigna “una nueva y mucho mejor” no termine siendo un cheque sin fondos.
La organización de los Amarillos en un partido puede ser el inicio de un indispensable proceso de reconfiguración de las fuerzas políticas. La proliferación de partidos, alrededor de veinte en la Cámara de diputados, mina la gobernabilidad y profundiza el desprestigio de la política. Habrá que ver si logran constituirse en una fuerza política significativa, mostrando que no solo los unió la oportunidad y que superarán los emprendimientos políticos anteriores de varios de sus dirigentes(as) que vegetaban en la irrelevancia.
En la disputa por la propiedad del Rechazo, las fuerzas que lo respaldaron no debieran perder de vista que su éxito obedece a muchas causas: la inflación y la inseguridad, los excesos de la Convención, las imperfecciones del texto, las debilidades de la gestión gubernamental y una, al parecer decisiva, pero todavía insuficientemente estudiada: la participación, en virtud del voto obligatorio de cerca de 5 millones de electores adicionales, inclinados a oponerse a cualquier opción que huela a establishment o clase política. Esta vez los platos rotos los pagó el oficialismo, mañana quién sabe, probablemente los propios Amarillos.
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