Columna de Carolina Goic: Reforma de salud, primero las personas
Una de las principales preocupaciones de las personas es la salud. Cuando algún miembro de la familia se enferma, sobre todo si se trata de algo grave, todo su entorno lo resiente no sólo en lo anímico, sino también en lo económico. En Chile conviven hoy realidades muy diferentes para quienes se atienden en el sistema público y quienes lo hacen en el privado. Destacando el esfuerzo de cientos de profesionales de la salud, es indudable que la urgencia de una clínica es una experiencia muy distinta de la urgencia de un hospital. Lo mismo vale a la hora de requerir una hora con un especialista si se vive en la Región Metropolitana o en una de las otras 15 regiones del país. Y ni qué decir de los sectores rurales.
Estoy consciente que estoy haciendo una aproximación poco técnica de un tema de enorme complejidad, donde además se mezclan intereses y miradas ideológicas, pero me parece que no partir de esa base constituye un error. Quiero decir con esto que, independiente de las visiones que se tengan sobre el tipo de sistema de salud, si no se hace sobre la base de una empatía mínima con las personas, con su experiencia concreta y su dignidad, no avanzaremos en la dirección correcta.
Lamentablemente el contexto de la discusión es ad-portas de un año donde las diferencias políticas se verán exacerbadas debido a la inminencia de elecciones parlamentarias y presidenciales. Ya hemos visto cómo los argumentos técnicos dan paso a luchas de poder y en donde la mirada de los pacientes se invisibiliza en medio de las consignas de cada sector. Por supuesto, no estoy en contra de las discusiones sobre políticas públicas, pero la realidad nos ha mostrado con contundencia que hacerlo en ambiente electoral solo nos aleja de posiciones de consenso.
¿Cuál es el sistema de salud que como país queremos implementar durante los próximos 20 años? ¿Cuál es el sistema de salud sobre el cual podemos generar un acuerdo que permanezca más allá del próximo gobierno? Es una pregunta que ha sido imposible de responder en las últimas dos décadas, y que levanta muchas pasiones y alerta sobre variados y fuertes intereses. Cuando articulamos las capacidades públicas y privadas actuando de manera coordinada, como ocurrió durante la pandemia del Covid, su interacción virtuosa nos permitió salvar vidas. ¿Por qué no aplicar esa lógica de manera más amplia y generosa?
Para nadie es un misterio que estamos enfrentando una crisis en salud que es de gran magnitud y multifactorial. Las enormes listas de espera y su lamentable número de muertes asociadas, así como las garantías retrasadas, dan cuenta de una situación que un país como el nuestro no tendría por qué estar padeciendo. Esta realidad no es exclusiva responsabilidad de este gobierno y, de hecho, constituye un lastre que como Estado no hemos sido capaces de resolver. Buscar culpables no nos ayudará a resolver el problema, pero sí lo hará coincidir en que es una situación intolerable y que debemos buscar herramientas innovadoras, que recojan nuestras experiencias exitosas y las posibilidades tecnológicas (IA) y humanas para generar cambios con urgencia.
El 4 de octubre tuve la posibilidad de participar como expositora en el “Octavo Taller de Economía de la Salud para Prestadores y Pagadores”, donde tuvimos un diálogo abierto, sincero y respetuoso, entre representantes de la salud del ámbito gubernamental, privado y académico. Es evidente que los enormes desafíos que enfrentamos en salud no se van a resolver en un solo encuentro, pero tenemos los elementos técnicos, académicos y políticos para dar un salto cualitativo. No hay excusa para avanzar con prontitud: sentarnos, reconocer nuestras diferencias y concordar en ciertos principios que luego guíen los mecanismos.
Creo que todas y todos debemos volver el foco a lo esencial: las personas, poniendo en ellas el sentido de urgencia. Pongo en nuestra retina a quienes están atravesando la dura experiencia del cáncer, a quienes padecen de las denominadas enfermedades raras o poco frecuentes, a quienes deben asumir cuentas médicas que les cambian la vida para siempre, o a quienes no tienen recursos para los medicamentos que necesitan para aliviar sus dolores o para el cuidado digno en la vejez o fin de vida.
En medio de una discusión que estará llena de complejidades técnicas, intereses legítimos y miradas ideológicas contrapuestas, volvamos la vista a las personas y entendamos que ninguna reforma servirá si hay compatriotas que seguirán sintiendo que están abandonados al enfrentar una enfermedad.
Por Carolina Goic Boroevic, académica Escuela de Medicina, Pontificia Universidad Católica de Chile, Directora Ejecutiva CECAN Centro para la Prevención y Control del Cáncer.