Columna de Carolina Valdivia: “Desintegración” latina

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Con distintos grados de intensidad, las constituciones de Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador y Uruguay reflejan la aspiración -y mandato- de promover la integración política, económica y social de Latinoamérica. Sin embargo, al mirar los últimos episodios en la región, este anhelo parece lejano y carente de contenido. Casi, inviable.

Las disputas presidenciales han marcado la pauta los últimos años. Hemos sido testigos de descalificaciones verbales entre Petro y Milei, Milei y Lula, AMLO y Noboa. Hemos presenciado decisiones autoritarias como la negativa de AMLO a entregar la presidencia de la Alianza del Pacífico al Perú por diferencias con Boluarte. También acciones provocadoras (e improductivas) como la reunión de Milei con el expresidente Bolsonaro en Brasil evitando siquiera un saludo formal a Lula, actual mandamás de Planalto. Agreguemos la declaración de Petro en apoyo al alcalde “Gabriel” Jadue esta semana, una inaceptable injerencia en asuntos internos de nuestro país que, además, desconoce un aspecto primario de la democracia, la separación de poderes. Olvidan muchos de los presidentes de la región que en política exterior representan a sus países y no, cuales rockstars, a fans incondicionales.

La conducta del Brasil de Lula, líder latinoamericano por envergadura y convicción, tampoco ayuda. Sus prioridades están puestas en ambiciones globales, como la ampliación de los BRICS, la presidencia del G20 y estrechar sus vínculos con poderosas naciones africanas. Por ello, sus compromisos con América Latina debemos entenderlos bajo ese prisma, se limitarán a respaldar sus afanes. Y sus visitas vecinales así lo constatan: viajó a Bogotá para anunciar la incorporación de Colombia a los BRICS y a Santa Cruz para apoyar a Luis Arce, el Presidente que acaba de consagrar a Bolivia como miembro pleno del ineficaz Mercosur, en que Brasil tiene un rol preponderante.

Ante esta realidad, ¿qué aprendizajes surgen para nuestra política exterior? Al menos tres. Primero, y obvio, una política exterior efectiva requiere altas dosis de pragmatismo, sacudirse de las ideologías y capacidad de adaptación a contextos inmanejables. Segundo, recordando la exótica propuesta constitucional rechazada en 2022, ningún mandato jurídico basta por sí mismo para generar la integración. Tercero, un baño de realidad para el gobierno que, tanto en su programa inicial como en la primera cuenta pública presidencial declaraban que “desde América Latina …levantaremos nuestra voz”, declamación que ha sido relegada por el propio Presidente Boric. Eso explica que en menos de un año haya realizado dos giras a Europa, mientras su participación en asuntos regionales se ha acotado a protocolares cambios de mando y cumbres multilaterales anodinas. Una excepción que merece destacarse es la próxima visita a Paraguay: una decisión práctica, desideologizada, en la que podrán concretarse intercambios efectivos. Priorizando estos elementos será viable la tan escurridiza integración latinoamericana. El resto es música y poesía, pero no política exterior.

Por Carolina Valdivia, abogada e investigadora CEP