Columna de Catalina Littin: Mitigar la pobreza, pero sobre todo superarla
Hace unos días el país tuvo buenas noticias. Tras años de pandemia y fuerte inflación, volvimos a retomar la trayectoria de disminución de pobreza por ingresos, en desigualdad y en pobreza multidimensional.
Chile adoptó la medición multidimensional de la pobreza en 2015 con el objetivo de determinar las carencias que sufren los hogares en distintas dimensiones del bienestar. Este indicador es importante porque complementa el análisis, ya que la pobreza no sólo es una situación de bajos ingresos, también compromete y limita las posibilidades de ser y hacer de las familias y comunidades afectadas.
Para hallar las razones que explican los buenos resultados que trajo la Casen 2022 en materia de pobreza, es necesario un estudio a fondo a las variables y dimensiones que se miden y forman parte del índice. Esto es algo que de seguro ocurrirá durante las próximas semanas y meses. Pero una posible explicación podría hallarse en el comportamiento de dos de las dimensiones del índice de pobreza multidimensional: educación y trabajo. Éstas dos son las áreas que a lo largo de toda la serie explican más y mejor el nivel de pobreza multidimensional en el país, ya que son las dimensiones que a lo largo de toda la serie presentan mayores niveles de carencia en los hogares de nuestro país. Por lo tanto, si éstas mejoraron su desempeño en 2022, es altamente probable que “expliquen” por qué la pobreza cayó tanto. Un aumento en las tasas de ocupación y formalidad laboral dentro de los hogares, rápidamente pueden traducirse en menor pobreza multidimensional, por ello es importante analizar la calidad del empleo que se va recuperando. Asimismo, mayores índices de escolaridad en adultos también pueden tener un enorme impacto en la reducción de las cifras de pobreza.
No obstante, debemos tener presentes también aquellas políticas que tienen impacto sobre el habitar de las personas o sobre las otras dimensiones medidas por la Casen. Por ejemplo, no sólo se trata de mejorar el acceso a una vivienda de calidad, sino que dar la posibilidad de vivir en un entorno donde sea posible construir comunidad.
Tampoco debemos olvidar que la pobreza no se distribuye de manera homogénea en el territorio nacional. Hay territorios que sistemáticamente registran incidencias de pobreza muy por sobre el promedio nacional. Entre éstos se cuentan zonas rurales y en especial, comunas apartadas o de alto grado de aislamiento. Cerrar estas brechas debiera constituir una prioridad país ya que, al persistir, siempre empañarán los buenos resultados de las cifras promedio. Un fenómeno similar es el que ocurre con las familias migrantes, quienes registran una situación que ha empeorado en el tiempo.
Por otra parte, estos resultados vuelven a revivir el debate sobre qué es más importante: la ayuda del Estado o el crecimiento. En momentos difíciles, el Estado tiene que hacerse presente con ayudas y subvenciones, las cuales, hay que destacar, no son una clave mágica para superar la pobreza. Se trata más bien de alivios transitorios que no resuelven los factores más estructurales que producen y hacen persistir la pobreza.
Mitigar la pobreza con subsidios y transferencias es necesario sobre todo en momentos críticos, pero insistimos en que deben complementarse con desarrollo sostenible y cohesión social, generando oportunidades de calidad, experiencias vitales equivalentes para superar la pobreza en nuestro país.
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