Columna de César Barros: Actualizando relatos
Los partidos socialdemócratas tuvieron una excelente idea: rearmar su relato, modernizarlo y hacerlo más conectado al mundo actual y a la “mayoría social” que dicen representar. Nuestra socialdemocracia (SD) viene de raíces marxista leninistas (Salvador Allende dixit) y sus banderas de lucha fueron -incluso hasta hoy- la defensa del proletariado industrial, en pugna con el capital, en una lucha épica, que Marx predijo en forma muy explícita. Bueno, ese paradigma comenzó su derrota con la caída del Muro, la desaparición de los partidos comunistas europeos y los desastres de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Para qué decir de la derrota del 4/9/22.
El “paper” no publicado, pero sí conocido de Joignant et al., reflexiona correctamente sobre la sociedad actual y sus cambios en “los modos de producción”, hoy ligados a la tecnología. Vivimos pegados a nuestros celulares, los diarios y revistas son digitales, los bancos y las finanzas ídem. Y la inteligencia artificial (IA) amenaza no solo a lo que queda de las masas de trabajadores industriales, sino también al “proletariado de cuello y corbata”. El “paper” es muy agudo al señalar cuáles son las nuevas inquietudes sociales donde ese 40% de chilenos con título universitario de primera generación se siente vulnerable y con sueños amenazados por los avances de la tecnología actual.
Sin embargo, la parte curiosa del trabajo de Joignant, Vodanovic, Marcel, et al., es que los creadores de toda esta modernidad son parte del riñón neoliberal. Es más, de la parte más extrema del odiado neoliberalismo. Paul Allen, Bill Gates y los fundadores de Alphabet (Google), de Amazon, Apple, Metha (Facebook), etc., no fueron un “consorcio público-privado”, sino que emprendedores puros y duros, con talento (y a veces malas artes), financiados por el ala más despreciable -según la SD- del mundo financiero: los fondos de capital de riesgo. Y entre las empresas más grandes y prósperas del mundo -aparte de los monstruos de la tecnología- están las grandes empresas “extractivas”: mineras y petroleras. Y llama la atención que entre estos esté además United Health, una “macro Isapre” con presencia en Chile (por ahora), o sea, todos los demonios de la SD, y para qué decir del FA+PC.
La pregunta es si el camino al progreso es el de Elon Musk y el de Jen-Hsun Huang (Nvidia, amos -por ahora- de la IA) o por un camino público privado como el que está explorando Codelco con el litio. Hasta ahora, el camino del lucro restringido no ha sido el faro que guía a la humanidad.
La derecha, por su parte, también debería reescribir su nuevo relato. El actual sigue siendo -a grandes rasgos- el mismo escrito en 1970 en “El Ladrillo”, y el mundo ha cambiado demasiado desde entonces. Y no se ven llamados a la tecnología y a su correcto uso. Tampoco iniciativas creativas respecto al orden -principio básico desde Burke en adelante- sino quejas y parches. Nada sobre triplicar y modernizar las policías. Poco sobre estabilidad política, y mucho sobre temas morales de discutible origen y destino. Nada sobre Pymes y emprendimiento, ni tampoco sobre concentración financiera y acceso al financiamiento. Nada sobre formalizar al 30% de informalidad. Solo un discurso uniforme de “solo el crecimiento nos hará felices”, que es claramente insuficiente como relato y como conexión a las angustias de los chilenos de a pie.
Por César Barros, economista
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