Columna de César Barros: Circo pobre
En agosto de 1969 era un joven estudiante de la PUC, iba a mi primera clase del segundo semestre, pero fui interceptado por estudiantes de izquierda que decidían quiénes podían entrar y quiénes no, según sus tendencias políticas. Aunque nunca había participado en ninguna actividad de ese tipo, fui declarado “persona non grata” por la Stasi de la toma. Mientras esperaba el veredicto de esta guardia, llegaron un grupo de barbudos: “somos estudiantes del MIR de la Chile y queremos apoyarlos”.... Y afuera con la disidencia: aunque fuera hipotética.
Pasaron semanas de debates, amenazas y disturbios, hasta que monseñor Silva nombró nuevo rector a Fernando Castillo Velasco. Académicamente la vida no cambio mucho, salvo nombrar decanos y directores académicos cercanos a la DC o a la izquierda, y hacer aparecer nuevos cursos y especialidades; hasta en la Facultad de Economía, los “Chicago boys” tuvieron que tragarse tener cursos de marxismo. La idea era que la Universidad fuera un instrumento de las ideologías de izquierda, y de uno de los bandos de la Guerra Fría. Pero pasaron solo un par de años, y la FEUC cayó inesperadamente en manos de los gremialistas. La gente se aburrió de tomas y de retóricas.
Y entre medio perdimos la democracia, y por largos años perdimos también el pluralismo indispensable de la universidad: se quemaron libros, se prohibieron cursos, y se hizo " una limpieza política” del profesorado.
Ahora llevamos 34 años de democracia, y de libertad. Y debemos cuidarlas. Pero ahora de nuevo hay tomas, esta vez sin apoyo mayoritario de los estudiantes (ni siquiera hubo quórum para elegir a la nueva FECH).
Hoy son unos pocos descerebrados que aplican las mismas políticas de la Nazionalsozialistischer Deutscher Studentenbund. La funa, la cancelación, la marca con una L. Miembros de la Stasi de la toma que “acompañan” a profesores y alumnos que entran. Así pasó en Alemania y en Italia cuando aún eran democracias: estudiantes que usaban el uniforme de las SA, o sus camisas negras, para intimidar a quienes pensaban diferente. Luego quemaron los libros de autores que “no les gustaban” y funaron a los genios que descubrieron la relatividad, las teorías del átomo y la física cuántica. Y así perdieron a los cerebros más brillantes de Alemania, obligándolos a emigrar, o haciéndoles la vida imposible.
Aquí insultan a la rectora Devés, paralizan estudios, interrumpen el proceso educacional por medio de la violencia e Impiden intercambios valiosos con universidades de Israel, que incluso están en contra de su actual gobierno, y de la masacre en Gaza. No distinguen la paja del grano, porque son ignorantes, porque creen que con su actitud “van a mover la aguja” donde ni Biden ni Putin lo hacen. Y los rectores les temen. Como en Alemania en los años previos al nazismo. Solo que aquí hay democracia, y los “tomadores” son una minoría patética. Probablemente son parte de los mismos incendiarios y violentistas del octubrismo, que ahora encontraron una nueva causa para desplegar su intolerancia, contando con rectores con la misma timidez de los del Instituto Nacional, otrora gloria de la educación chilena.
Rectores: pónganse las pilas, y paren este circo pobre de payasos empoderados.
Por César Barros, economista
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