Columna de César Barros: Cuéntennos la firme
Por César Barros, economista
La Convención Constitucional terminó su esperada labor, y al final -con Jadue y sin expresidentes- hará su acto republicano final, que será muy recordado. Tuvo -la Convención Constitucional- algo que me recuerda a uno de los mejores capítulos de Les Luthiers (búsquenlo en Google, y se reirán un buen rato) en que dos políticos se encargan de cambiar el himno nacional. Parafraseo unas partes:
Político 1: Se está por concretar nuestro sueño, de modificar el himno nacional. Se acaba de aprobar la creación de la Comisión de Mantenimiento y Actualización Permanente de la Canción Patria: la CMAPCP.
Y se discute entre los dos, a quién se le encargará tan magna misión...
Político 1: He estado pensando que debe tratarse (el compositor) de un simpatizante de nuestros ideales, digamos más bien, de un músico adicto.
Político 2: Yo conozco a varios músicos adictos...
Político 1: Doctor, doctor..., adicto a la causa..., un músico sensible, al gusto de las mayorías...
Terminan encargando la pega a un compositor de cumbias: el maestro Mangiacaprini. Y lo visitan.
Político 1: Queremos encargarle... el himno nacional...
Mangiacaprini: Pero si ya tenemos uno...
Político 2: Sí, pero vamos a modernizarlo... a mejorarlo...
Mangiacaprini: No sé si soy la persona indicada. No tengo la preparación. La verdad, es que soy bastante inepto...
Político 2: Y por eso lo hemos elegido... necesitamos a alguien joven, sin prejuicios (¿una hoja en blanco?).
Finalmente se aprueba el nuevo himno en presencia del presidente recién electo: el doctor Garcete.
Bueno, como en el caso del maestro Mangiacaprini, se aprobó por la Convención Constitucional un proyecto de nuevo texto constitucional, para ser votado en 60 días más. Pero parece que este texto, no le gusta a nadie. Unos quieren aprobarlo, para después mejorarlo. Otros quieren rechazarlo, para cambiar el que hay. Y un número significativo aún está indeciso (me recuerda otro capítulo de Le Luthiers (Pastoral): unas ovejas decían “meeee”, otras “beee”, y la mayoría, guardaba respetuoso silencio.
Sería excelente que quienes quieren cambiar después de aprobado el nuevo proyecto (y quienes quieren -después del Rechazo- cambiar la actual Constitución, tan re y re reformada) nos dejen de contar platitudes (al estilo de que los EE.UU. limitan al sur con México, y México limita al norte con los EE.UU.) y nos contaran la firme, de qué exactamente quieren cambiar. Si tienen o no los 4/7 o el tercio de parlamentarios, como para hacerlo. Y quién será el encargado de hacer la pega de los cambios: ¿comisión de expertos?, ¿una nueva Convención?, ¿algún maestro Mangiacaprini?
En resumen, y cuentos aparte: la mayoría no quiere el texto actual. Pero estamos aún en la ignorancia de qué cosa quieren cambiar, cómo lo harían, y quién será el encargado de pensar y redactar esos cambios. Chile espera ansioso lo que recomenzará el 5 de septiembre próximo.
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