Columna de César Barros: De Chile a Noruega

Foto: ERIC PIERMONT/AFP/GETTY IMAGES


Escribo desde la hermosa ciudad de Bergen en Noruega. Invitado por una gran empresa de alimentos y como director de una salmonera, estamos presentes en el Northern Atlantic Seafood Forum.

Chile es el segundo productor de salmones del mundo, sin embargo, no hay presentaciones de compañías chilenas en la conferencia. La razón, nada bueno que contar de nuestra parte: cero crecimiento, baja rentabilidad, futuro incierto. Me dio un poco de vergüenza ver a nuestros empresarios solo como observadores y no como protagonistas.

La conferencia principal, dedicada a los inversionistas de la industria, llena, con increíbles presentaciones de las salmoneras. Me llamó la atención lo que dijo en su presentación el CEO de la más grande: están presentes en Noruega, Chile, Canadá, Escocia, Islandia e Irlanda, y el peor resultado que tienen es en Chile. Las razones son numerosas: en particular la mala regulación y la detención del crecimiento. Las empresas noruegas crecen entre 4 y 7% por año: pueden duplicar su producción en 6 o 7 años; Chile, en cambio, lleva ese mismo tiempo casi estancado.

Los problemas de Chile parten porque no hay crecimiento. Sin él, y con bajas ganancias, es imposible adoptar las nuevas tecnologías que las empresas noruegas ya están adoptando. Y la inversión en tecnología no es barata: requiere economías de escala, y a estas se llega con mayores volúmenes, y a estos con crecimiento.

Ellos ganan en promedio cuatro veces más que las empresas chilenas. Tienen una regulación que si bien es estricta, es infinitamente más flexible que la nuestra en términos del manejo del ciclo productivo en el mar, lo que les entrega enormes ventajas de todo tipo. El gobierno noruego defiende a su industria: regula con los ojos puestos no solo en la defensa del medio ambiente, sino también en el desarrollo y crecimiento de su industria. Han desarrollado con muchísimo éxito “la marca país” que les permite cobrar un precio mucho mejor que el salmón chileno, porque Chile nunca se ha tomado en serio el hacer un esfuerzo de su " marca país”. Y esto vale para la fruta, el vino y los salmones, productos que van directo a la mesa de los consumidores del mundo. No son como el cobre o el litio, commodities que son insumos intermedios de otras industrias.

Chile impidiendo el crecimiento de la salmonicultura en Magallanes, que es la zona con mayor potencial, está ahogando no solo a la industria, sino también a la XII Región, que difícilmente se va a desarrollar solo en base al turismo de temporada y a las ovejas. Noruega también tiene preciosos fiordos, y un turismo mucho más activo que el nuestro, pero eso no les impide que esa belleza extraordinaria conviva con la salmonicultura.

Tampoco en Noruega se permite -como en Chile- que las ONG ambientalistas dirijan las políticas nacionales de desarrollo, y circulen sin ninguna regulación en el Congreso Nacional y en los organismos reguladores del Estado. Es fundamental que la ley que las podrá regular sea aprobada prontamente en el Senado, y que la detención de inversiones por parte de estas organizaciones brumosas y trasnacionales tenga un costo para ellas, que litigar no les sea gratis, y que cuando pierdan los juicios paguen los costos reales de sus acciones, que en realidad son tremendos y de los que nadie se hace cargo.

Por César Barros, economista

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