Columna de César Barros: La autodefensa de los vulnerables
Correos de Chile tiene un sistema ingenioso y abierto para recibir cartas de los niños al Viejo Pascuero en Navidad. Cualquiera puede entrar a la página y elegir una niña o niño, según edad, tipo de petición, comuna, etc. Una amiga todos los años elige una niña menor de 7 años de una comuna vulnerable, en un barrio aún más vulnerable.
En esta oportunidad compró el regalo, y después de preguntas y averiguaciones con los vecinos, dio con la casa. No había nadie. Un vecino le dijo que la niña estaba donde su abuela, porque la madre trabajaba. El caso es clásico y normal en Chile: no hay apoyo para madres que trabajan, ni para abuelas que se hacen cargo. Y el padre es normalmente inexistente. La casa de la niña -y de todo el pasaje- estaba protegida por planchas de zinc u otro material metálico, de tal altura que apenas se veía el techo. Mi amiga le preguntó al amable vecino la causa: “¿protección contra el robo?”. “No señora, es para protegerse de las balas...”. En el barrio alto también hay crimen, y las casas tienen elementos, básicamente contra los robos, pero, ¿protección contra las balas? Este ejemplo muestra por qué a nivel de la población más vulnerable la seguridad, la violencia y el crimen son la prioridad. A falta de protección policial y de resguardo del Estado se ven obligados, con sus escasos ingresos, a comprar materiales caros, aislarse, afear sus viviendas, ya no por robos, sino por sus vidas. Esto no pasa en Las Condes ni en “Ñuñork”, y por eso nada ha cambiado en términos de mayor dotación policial, de cambios en fiscalías o la judicatura.
Se ha hecho mucho escándalo por el tema de los indultos. Es cierto que fueron errores fatales. Pero lo peor es que si la policía, la Fiscalía y los jueces funcionarán como debiera ser, los indultados -dados sus prontuarios- debieron haber estado tras las rejas antes del “estallido social”, y no durante esos dolorosos eventos.
Y este es un problema de muy larga data. No es solo del Presidente Boric. Hace como 10 años, con un grupo de amigos, nos acompañó en Santa Bárbara el ex fiscal general de Colombia, y su diagnóstico no pudo ser más certero: Chile caminaba, como Mister Magoo, hacia el triunfo del crimen, como había ocurrido en Colombia y en México. Nos contó que hizo presentaciones al respecto a los gobiernos de Frei, Lagos, Bachelet y Piñera. Lo desviaron amablemente a burócratas incrédulos y sin fe en su propia misión.
Y ahora que las encuestas muestran la realidad, todos se golpean el pecho, culpan a los demás (gobierno, fiscales, jueces, policías, etc.) pero mayores cambios no se observan. La ciudad de Nueva York tiene más de 40.000 policías, además de otros tipos de fuerzas del orden. Chile, con sus más de 4.000 kilómetros de largo tiene algo más de 50.000 y están encargados del tránsito, de recoger reclamos, de cuidar las fronteras, y de cuanta cosa se les ha ocurrido a los gobiernos encargarles. Me imagino que algo similar debe ocurrir con la PDI y otras instituciones que nos deben proteger.
Es tiempo de cambiar el rumbo, y no de “a poquito” como nos gusta a los chilenos. Ideas hay. Decisión para ponerlas en marcha, muy poca. Y lo de los recientes indultos, poco ayuda. El show del reemplazo del fiscal nacional, mucho menos. Y los prontuarios de los indultados hablan pésimo de nuestra judicatura.
Como decía el eslogan de campaña de Frei Montalva: “chilenos, todo tiene que cambiar”. Era en 1964.
Por César Barros, economista
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