Columna de César Barros: "La granja"

Emisión televisiva de la franja electoral de cara al plebiscito de diciembre.


Después del 17/12, mucho se ha escrito sobre “los cuchillos largos”. La verdad es que lo hecho hasta aquí -salvo la dura carta de los 30 exministros y subsecretarios de Piñera II- ni se acerca a un ajuste de cuentas parecido al ocurrido hace casi 90 años en Alemania. Pero yo tengo un cuchillo adicional al que esos 30 clavaron: ellos solo se refirieron a la responsabilidad de Republicanos por la derrota del 17/12, donde trataron de imponer “sus” convicciones, que no son ni de cerca las de todos los chilenos, y fracasaron en su intento; algo de lo que Chile Vamos no está para nada libre de culpa. Pero se constató una realidad maciza: que los chilenos si bien en el fondo son religiosos, distan mucho de ser beatos como los republicanos.

Pero mi cuchillo apunta a otros personajes, tanto del “A favor” como del “En contra”: son los creativos, actores, guionistas y responsables de “la franja” (o como dice alguien a quien quiero mucho, “la granja”).

La franja -novedad notable del retorno a la democracia- le dio el triunfo al NO el 88 y al “Rechazo” en septiembre del año pasado, con humor, buena onda y respeto; mal que mal, la financian y ven obligatoriamente todos los chilenos, y eso debería marcar límites éticos a sus autores y a sus participantes. Esta vez, versó sobre nada menos que un texto constitucional. Algo realmente serio. Deberíamos haber aprendido del desastre del “mamarracho” creado por Bassa, Loncon y Atria, que con sus excesos confundieron y enojaron a los chilenos. Pero nadie aprendió. Las dos franjas (o “granjas”) llevaron al límite las mentiras, las verdades a medias, la agresividad y la violencia verbal (“que se jodan”). Ha sido la franja más ruin de la historia.

Y por eso quiero llamar la atención sobre quienes estaban a cargo, a sus creativos y a quienes se prestaron como actores (los animales de “la granja”) y que busquen en Google quiénes fueron -de lado y lado- y exista un castigo social hacia ellos. Por ordinarios, por ruines, por bellacos, y por engañadores de los chilenos. Que se les prohíba siquiera rozar los próximos eventos televisivos de nuestra democracia. Que haya cuchillos largos (políticos y profesionales, obviamente) hacia los dos equipos de las dos farsas televisivas que nos tocó presenciar por cadena nacional por un mes completo.

El consejo usual a los columnistas es partir con una cita telúrica o un hecho histórico notable, para que los lectores “despierten” o se animen a seguir leyendo. Aquí lo haré al revés. La historia llamativa va al final.

En 1934, en Alemania, el cabecilla de las Sturmabteilung (SA) Ernst Röhm creyó que con 4 millones de camaradas podría hacer una “verdadera” revolución nacionalsocialista, y reemplazar al ejército burgués y nobiliario (la Reichswehr). El Ejército se la puso dura a Hitler: o ellos o nosotros, y la decisión del Führer fue obvia: la Reichswehr. Y diseñando un complot imaginario de las SA, asesinó a sus cabecillas y aprovechó “en la pasada” de eliminar a viejos adversarios dentro y fuera del Partido Nacionalsocialista. Esa fue la histórica “noche de los cuchillos largos”: un ajuste de cuentas brutal y sanguinario, con el apoyo -y como no- de la Reichswehr, de la derecha conservadora, y del Presidente Hindenburg.

Por César Barros, economista