Columna de César Barros: Los adolescentes
Resulta del todo incomprensible que la derecha imponga la lectura del acuerdo de la Cámara de Diputados de 1973, como también que el oficialismo pretenda condenarla. Esa declaración “ya fue”. Hecha en un momento irrepetible de nuestra historia. Quienes apoyaron la declaración en ese momento y quienes se opusieron a ella están casi todos muertos, y no pueden levantar su voz para defender por qué lo hicieron, o no lo hicieron. Todos estos “actos” y eventos programados para condenar o aprobar lo que hicieron los muertos no tiene ningún valor, sobre todo porque cualquier posición de los vivos, sobre ese evento, no va a cambiar el pasado, ni el presente, ni el futuro de Chile. Esas declaraciones no previeron una dictadura de 17 años, ni sus consecuencias más oscuras. Tampoco fue “el vamos” al Golpe de las FF.AA. El que después se usara para justificar políticamente el Golpe es harina de otro costal. De modo que encarnizarse sacándola a relucir en una especie de pelea de barrio bajo, es un sinsentido total, y una desconexión completa con el país real, que en forma mayoritaria no lo vivió.
Las razones del alzamiento tuvieron que ver con la debacle económica a las que nos llevó la UP, al clima de extremos en que se estaba viviendo. A la posibilidad muy probable de la división de las FF.AA. -como ocurrió con el “tanquetazo”-, a la amenaza -ni tan velada del general Velasco Alvarado en Perú- y a la Guerra Fría, en que la UP absolutamente desubicada, creyó que ponerse del lado de la URSS y de Cuba sin causar molestias al gobierno de los EE.UU., que había estado a punto de tener una guerra nuclear con la URSS y estaba luchando en Vietnam, iba a pasar piola.
También irritan las famosas “líneas rojas” que se autoimponen izquierda y derecha: discutiendo una Constitución, no deben existir, menos aún en temas que pueden ir cambiando en el tiempo a través de la legislación. Harían bien los consejeros en leer cómo se redactó la Constitución de los EE.UU. en el siglo XVIII, para unir el país y cómo dejaron de lado todo aquello que no era indispensable. Pero entre los nuestros no hay ningún Jefferson, Adams, ni Franklin, sino más bien grupos de adolescentes amenazando con terminar el juego, llevándose la pelota para la casa, mientras el país los mira asombrados, ocupado y preocupado por temas que distan mucho de las “líneas rojas” y de las vivencias de hace 50 años.
No sería raro que en 50 años rememoremos los 100 años del Golpe, discutiendo nuevas “líneas rojas” y lamentándonos de por qué Chile no ha logrado ser desarrollado, a diferencia de los países europeos que sufrieron dolores incomparablemente más duros que los nuestros, pero no se lo pasan mirando al pasado. Se dedicaron a crecer, desarrollarse y dejar atrás pasados oscuros, muy oscuros, y han discutido temas tan duros como la Unión Europea, la moneda única y la pertenencia a la OTAN, sin poner líneas rojas.
Los que decidirán si hay o no nueva Constitución deben dejar la adolescencia, hacerse adultos y sacar una Carta Fundamental que nos represente a todos: desde el PC hasta los Republicanos. Fallar en esto sería una verdadera catástrofe: años perdidos, para volver al principio, repitiendo en forma menos circense lo ocurrido bajo la dirección de Atria, Loncon y otros.
Por César Barros, economista
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