Columna de César Barros: ¡¡¡Queremos más carabineros!!!
Mientras se discute un “perdonazo” al CAE para los hijos de la clase media, más impuestos para agrandar Fonasa y cómo mejor matar a las Isapres, el país tiene uno de los niveles más altos de su historia en temor al crimen, la violencia y las drogas.
Pero aparte de leyes -que al final se obedecen a medias-, y de jueces y fiscales que no muestran un grado de eficiencia, al menos digno, poco se discute cómo en otros lugares se ha podido vencer a la delincuencia. Y no ha sido con un “tsunami legislativo”; se ha aplicado el sentido común y, por supuesto, gasto público bien dirigido.
Nueva York es un poco más grande que Santiago, y en los años 70 y 80 la gente estaba huyendo de la ciudad por el crimen. Recuerdo tener que salir del Central Park antes de la puesta del sol, para no tener que exponerse a un asalto, y las mujeres a cosas aún peores. Hoy los delitos como homicidios y robos han caído a sus mínimos históricos, y barrios como el Bronx o Brooklyn se han revalorizado, y solo se ve en ellos progreso.
El caso de NYC ha sido estudiado por universidades y expertos como “emblemático”. Y los estudios señalan tres razones principales (y ya poco discutidas) para su éxito.
En primer lugar, el crecimiento de la policía. Hoy tiene cerca de 43.000 policías, y en su momento más álgido llegó a tener 55.000. En Chile, en cambio, tenemos solo 53.500, que además cuidan las fronteras, dirigen el tránsito y hacen patria en lugares lejanos; más encima hacen labores que podrían hacer civiles. O sea, solo en Santiago deberíamos tener la dotación de Chile entero para combatir el crimen y triunfar como sucedió en NYC. Aparte de eso, en NYC el personal dedicado a controlar el narcotráfico se duplicó, y tienen un sistema de inteligencia y de antiterrorismo con personal en 11 países. Así, comparado al año 2016, los homicidios cayeron 10 veces en esa ciudad.
Una segunda razón fue la tecnología. A partir de 1996, el sistema CompStat permite a las jefaturas saber en tiempo real dónde está su personal. Y ahora cuentan, además, con el sistema ShotSpot, con sensores que les permiten saber dónde se producen disparos, para acudir en forma instantánea al lugar donde ocurren.
La tercera razón, fue un cambio de estrategia y de actitud. Se dejó de lado el control de identidad, que se demostró muy ineficiente y además daba lugar a discriminaciones odiosas. Se enfatizó, en cambio, la presencia policial en los lugares de peligro. Se las dotó de armas más modernas y acordes con los adversarios que enfrentaban por el narcotráfico, y se reguló su uso, haciendo valer la defensa propia, incluso en casos dudosos.
Bueno, en Chile hoy no se ve el esfuerzo fiscal para aumentar la dotación de carabineros, modernizar su armamento y poner sus sistemas de inteligencia al nivel que corresponde. Y mucho menos, dotarlos del amparo legal frente a las agresiones que sufren, y que vemos todos los días.
Arreglar estas carencias -que son aberrantes- es mucho más barato que perdonar deudas de estudiantes. Hoy tenemos dos regiones importantes que son casi estados fallidos: Tarapacá y La Araucanía, aparte de barrios y comunas de Santiago, Concepción y Antofagasta. Chile está muerto de miedo, pero los esfuerzos fiscales no parecen ir en la dirección que el país pide a gritos, que es su seguridad. Porque sin ella no hay Estado, ni propiedad privada, ni siquiera la vida.
Por César Barros, economista