Columna de César Barros: Seamos francos
Resulta cómica la frase que “la casa de todos, es la casa de Zalaquett”, pero el caso es más complejo. Sin duda, las formas (las inevitables formas) fueron pésimas: ¿por qué en la casa de un lobista inscrito cuya ocupación es el lobby pagado, y no en la casa de alguna de las contrapartes? ¿Por qué las excusas no las organizaron en forma más disciplinada? En fin, el “affaire” suena a un amateurismo infantil, e inocencia imperdonable. ¿De verdad creyeron que reuniéndose más de 100 personas no se iba a saber, con lo copuchentos que son los chilenos?
Pero el fondo es otro. Aquí “alguien” sacó la cuenta que no hay -por la tremenda polarización parlamentaria, las funas por RRSS y la intromisión excesiva de la Contraloría- un espacio de conversación privada, tranquila, donde todo se pueda decir y plantear, mirándose a los ojos, sin temor a tener una cámara encima grabando. Estos espacios son fundamentales: cocina siempre hubo y siempre la habrá. Los acuerdos no nacen de generación espontánea de un ministro, o de un parlamentario mágico, que se les ocurre una solución aceptable para todos.
Siempre existen conflictos de interés, tanto en la vida privada como en la pública, lo importante es saberlos conducir en forma sabia, ¿qué es si no la política? Es simplemente conversarlos democráticamente, convenciendo, no empujando ni amenazando, y llegar a acuerdos en temas espinudos. Eso es una democracia civilizada y para ello se requieren espacios no contaminados por los extremistas (las RRSS están siempre en los extremos, y la Contraloría está obligada a hacer distinciones exquisitas), espacios de conversación relajada, franca y con amistad cívica: para conocerse, aprender a confiar el uno en el otro. Y esto es hoy imposible en el “animus” del actual Parlamento, que en buena parte ve a los empresarios como sus enemigos, y en otra a los ministros como posibles botines para su interpelación o acusación constitucional.
La Ley de Lobby debe dejar estos espacios imprescindibles para lograr confianzas, ver los conflictos desde el otro lado del mesón. ¿Cómo creen que salió el proyecto de la permisología? Conversando pues. No sé dónde, si en oficinas, casas, o “chez Zalaquett”. Igual al final los temas terminan discutiéndose en forma pública en el Congreso, sus comisiones y/o sus salas, y lo que pasó antes -salvo las formas- mientras no sean corruptas (con pagos, amenazas o favores transaccionales) es solo el embrión de un futuro acuerdo 100% democrático. Pero una vez más, las formas son fundamentales.
El ideal sería que esto se hiciera en el Congreso, pero en uno con formas democráticas, con respeto mutuo, con confianza y con amistad cívica. Pero no existiendo eso, no queda más que juntarse en un ambiente con las características que este Parlamento -y los anteriores- no tienen ni de lejos. Porque el actual -de lado a lado- de una u otra forma abomina los ya pretéritos 30 años de acuerdos, y ahora nadie quiere llegar a ellos, solo ver sangre; sin consignar que esa actitud, ya de larga data, los tiene en el desprestigio máximo, esperando que llegue algún populista de derecha o de izquierda que conecte con la población y sus tribulaciones para terminar para siempre con ellos.
Por César Barros, economista