Columna de César Barros: Tengamos inteligencia

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Puede ser un rumor, pero cuando don Patricio Aylwin subió al poder, un experto en labores de inteligencia le mandó el siguiente recado a través de un amigo mutuo: “dígale a su novel Presidente que, aunque le repugne, tiene que organizar un cuerpo de inteligencia interno que le permita saber dónde está parado...”. Don Patricio se debe haber horrorizado, pensando en la DINA, la Gestapo o la KGB. Pero formó la harto más criolla “Oficina”, que en un período corto de tiempo logró desarticular con notable eficiencia a los rodriguistas, otros descolgados del PC y de otros grupos extremos.

Hoy la lucha es contra el crimen organizado (crimen común y silvestre siempre habrá), la droga, el terrorismo y la importación ilegal de criminales. Chile es un novato en la guerra con estas entidades, pero si no se apura y lo hace bien, puede terminar siendo un Estado fallido, donde “el lado oscuro de la fuerza” es el que de verdad manda. Ejemplos hay hartos, y no los nombro para no llenarme de cartas de embajadores enojados.

Israel tiene al temido e implacable Mossad, Inglaterra al MI5, Alemania al Bundesnachrichtendienst (BND) y Francia a la Sûreté. Todos países con credenciales democráticas impecables. Para que decir los EE.UU. que, aparte de sus policías estatales, tienen al FBI, a la CIA y a la NSA (Agencia Nacional de Seguridad). En Chile solo tenemos a la ANI, de la que no es clara su agenda, su personal, ni sus capacidades (un amigo me dijo que él creía que era solo el sobrenombre de la Ana Luisa).

Y debería haber también leyes dirigidas, no tanto a “la primera línea”, “los overoles blancos”, o “las barras bravas”, sino fundamentalmente a los cabecillas de la distribución de droga, robo y exportación ilegal de autos, ocupaciones ilegales, etc. Cuerpos legales como la RICO Act en los EE.UU. (Racketeer Influenced an Corrupt Organizations Act), legislada para combatir eficazmente a las mafias, privándolas de sus activos en el momento de su formalización, y que se usa no solo para criminales, sino también contra autores intelectuales, ayudistas y abogados.

En Chile tiene organizaciones de inteligencia el Ejército (para vigilar ataques externos), Carabineros, la PDI y la ANI (o su sombra), y ninguno supo prevenir lo que ocurrió en ese octubre famoso, tampoco lo que ocurre en los liceos, ni en las macrozonas Sur y Norte. Las balaceras en poblaciones siguen ocurriendo: ahí saben quiénes son, pero nadie se atreve a accionar en un lugar sin carabineros, PDI, o donde fiscales y jueces viven ellos mismos bajo el terror (como la jueza que quiso entregar los nombres de los testigos protegidos en el sur).

Si queremos salir de este pantano, no hay que ser egoísta con los recursos. Es un tema nacional, que aún podemos superar. Ejemplos mundiales hay muchos. Posibilidades de aprendizaje tal vez. El famoso “Tren de Aragua” no es match para una organización en las líneas del Mossad, o del MI5. Y nuestros jueces deben tener el coraje de los jueces Borsellino y Falcone, y no la pusilanimidad de la jueza que quería delatar a los testigos en el sur. Y fiscales duros y efectivos, como Giuliani y Marcelo Pecci, y no de esos que archivan casos al por mayor.

Por César Barros, economista

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