Columna de César Barros: Una repetición “con smoking”
Las modificaciones aprobadas por Republicanos y Chile Vamos (sus corderitos) por mucho que se expliquen, repliquen y analicen, con aire de disculpa, se mueven, huelen y balan como identidad Republicana. Salvo un evento de rebeldía de cuatro consejeros de Chile Vamos, con el tirón de riendas que les mando JAK, se puso punto final al revuelo en el apiñadero.
Y lo que se vislumbra desde Chile Vamos es que si no acuerdan con JAK (Republicanos es solo él al final del día, como se demuestra a cada paso de este proceso) temen perder una negociación de alcaldes, concejales, y luego de parlamentarios. La Constitución no es lo importante: lo que de verdad importa es “el botín” que se viene, y al cual hay que sacarle el mayor provecho posible, aunque sea a costa de un nuevo rechazo, o de una nueva Constitución con aires preconciliares que no será ni de cerca “la casa de todos” que Chile Vamos prometió antes y después del plebiscito de septiembre.
Puede que Republicanos puntualmente haya tenido éxito (también lo tuvo la Lista del Pueblo, hace no tanto tiempo), pero es dudoso que, a este paso, el tema constitucional quede cerrado, y menos aún que JAK sea el próximo Presidente de Chile, salvo que Chile Vamos sea tan obsecuente que baje a Evelyn Matthei, a cambio de cupos de diversa índole en alcaldías y el Parlamento. A estas alturas nada podría sorprendernos: el integrismo está no solamente empoderado, sino apoderándose limpiamente de la derecha más moderna, de la cual -al parecer- solo sobreviven Gloria Hutt y Edmundo Eluchans.
Lo mismo se ve en las negociaciones legislativas con el gobierno: se trata de negarle la sal y el agua. Como lo hicieran en los 60 la derecha, unida con la izquierda, con Frei Montalva. Como también lo hicieran en los años 20 con don Arturo Alessandri: enemistades personales y candidaturas por venir paralizaron todo, lo que solo pudo ser roto -en forma humillante para el sistema parlamentario- por los militares y su “ruido de sables”. Los políticos de principios del siglo XX perdieron pan y pedazo para siempre.
Chile necesita avanzar, con generosidad, sin “líneas rojas” ni convicciones intransables. En política, y menos aún armando una “casa para todos”, no puede haber tabúes. Y menos aún en cosas y concepciones, donde las sociedades avanzan muy rápido.
Yo recuerdo las convicciones del arzobispo de Valparaíso -monseñor Tagle- que excomulgó a las chiquillas con bikini, y ser el último país que aprobó una ley de divorcio. Y ahora de nuevo poniendo por delante, no un contrato para los próximos cien años, sino uno con los sentimientos puntuales del Partido Republicano; un partido que quizás durará en su popularidad menos que la DC, los radicales o el PPD, porque así es la historia de los partidos políticos. La política es así, y las convicciones que tuvieron partidos tan relevantes como la DC, ya no las tienen; es más, renunciaron a ellas hace tiempo, y renegaron hoy de otras, con aires de vergüenza y humillación.
Chile Vamos no puede venderse a JAK por un plato de lentejas, y hacerse parte y coautores de un nuevo rechazo, repitiendo los errores de la tía Pikachu, de Stingo, de Rojas Vade, y otros, solo que esta vez será “con smoking” y con caritas de buena persona.
Por César Barros, economista