Columna de Claudio Alvarado R.: Nuestro “1989”
Quienquiera que haya seguido el nuevo proceso constitucional puede dar fe que el trabajo de la Comisión Experta y la reciente instalación del Consejo dirigido por Beatriz Hevia y Aldo Valle representan la antítesis del proyecto derrotado el 4 de septiembre. No obstante, las encuestas aún reflejan una marcada desconfianza en relación con esta agenda. ¿Cómo leer este escenario?
Hasta cierto punto, el cuadro era esperable. Después de todo, la malograda Convención tuvo el singular mérito de restar cualquier atisbo de credibilidad al itinerario constituyente (un rey Midas bizarro o al revés, si se me permite la figura). En consecuencia, las encuestas no variarán demasiado mientras las grandes mayorías ignoren las enormes diferencias de forma y fondo entre el proceso fracasado y el actual. En concreto: hay que difundir ese contraste urbi et orbi. Se trata de un desafío político y comunicacional -pero también de una clara oportunidad- para las fuerzas que buscan llegar a buen puerto en diciembre.
Esa fatiga constitucional, además, se inserta en un contexto de profunda desafección respecto del sistema político en su conjunto; desafección agravada por las múltiples crisis e incertezas que sufre la población. En medio de esta frustración acumulada -o paciencia colmada, citando a Kathya Araujo-, hoy las prioridades son temas como la seguridad, la migración y la salud. Mostrar mayor conexión con dichas prioridades, sin desnaturalizar el papel de una ley fundamental, es otro reto de los consejeros electos. Las izquierdas deberán ceder en este ámbito.
Con todo, la clave del éxito (o fracaso) del proceso en curso será contar con una convocatoria transversal en favor de la propuesta que se plebiscitará en diciembre. Ni el esfuerzo inconcluso de la expresidenta Bachelet ni el fallido proyecto de la Convención gozaron de ese respaldo y ya sabemos cómo terminaron. Siguiendo a la Comisión de Venecia, acá se requiere el “más amplio consenso posible”; y las derechas deben asumirlo: no se puede dilapidar el capital de la Comisión Experta. Tal como decía el sociólogo de la UC y COES Matías Bargsted hace un par de semanas, “si el texto constitucional genera una adhesión débil, pero transversal, debería aprobarse en forma masiva”.
Guardando las proporciones -ahora vivimos en democracia-, la tarea presenta alguna semejanza con la que enfrentaron la Concertación y el régimen de Pinochet luego del plebiscito de 1988. Una vez pasada la épica del 5 de octubre, las fuerzas políticas se vieron obligadas a conversar y, pese a las dificultades, lograron articular un acuerdo constitucional que a la larga sería crucial para la estabilidad del Chile posdictadura. Y ese acuerdo fue apoyado masivamente en las urnas en el referéndum de 1989. ¿Su sello? Una adhesión tal vez débil, pero muy transversal. ¿Estará nuestra generación a la altura de los padres de la nueva democracia?
Por Claudio Alvarado R., director ejecutivo del Instituto de Estudios de la Sociedad