Opinión

Columna de Consuelo Silva: Y ahora, ¿quién podrá ayudarnos?

DADO RUVIC

La caída de Silicon Valley Bank (entre otros bancos) nos remonta a septiembre del año 2008, cuando el desplome de las acciones de varios bancos en Estados Unidos nos hacía temer por la estabilidad del sistema financiero… y no estábamos equivocados, ya sabemos lo que vino después.

Desde ese entonces, los reguladores bancarios en todo el mundo han avanzado hacia una nueva arquitectura regulatoria para hacer un sistema financiero más sólido y estable. Las normas de Basilea III y el Dodd-Frank Act, en Estados Unidos, son algunos de estos ejemplos. En Chile no nos hemos quedado atrás: en 2020, la CMF comenzó con la implementación de algunas de estas modificaciones al marco normativo vigente.

¿Cuáles son los cambios que se han implementado? Primero, las buenas prácticas recomendadas por las normas de Basilea III introdujeron la implementación paulatina de mayores buffers de capital en el sistema bancario, de tal forma que los bancos tengan mayor espacio para afrontar shocks negativos.

Segundo, aprendimos a golpes sobre el alto nivel de interconexión en el sistema financiero, donde la caída de un banco sistémicamente importante provocará un efecto dominó de caídas de otros bancos. En este contexto, la caída de otros dos bancos en Estados Unidos y los coletazos que sufrió Credit Suisse esta semana son un buen ejemplo de esto. Por esta razón, dentro de las nuevas regulaciones se han considerado nuevas y más estrictas regulaciones a los bancos que tienen importancia sistémica.

Tercero: los gobiernos de todo el mundo fueron los que lavaron los platos sucios durante la crisis del 2008. Éstos ejecutaron salvatajes millonarios a los bancos, y la deuda se acumuló en las hojas de balance soberanas. Lo cual provocó que varios países aumentaran también su riesgo soberano, fenómeno famosamente llamado el sovereign-bank nexus. A modo de alternativa, en los últimos años se ha implementado una nueva forma de resolución de los bancos en problemas: los bail-ins. En esta vía de resolución, los acreedores compartirían la carga de las pérdidas del banco.

Y así, una serie de otras medidas que buscan robustecer el sistema.

Aun así, ninguno de estos avances evitó el colapso de Silicon Valley Bank. De hecho, el principal gatillante de su caída fue la depreciación de los bonos de largo plazo que la institución mantenía en su cartera, instrumentos relativamente seguros que los bancos mantienen como una forma de mantener liquidez, y que además son necesarios para cumplir con la regulación del capital ajustado por activos ponderados por riesgo.

Nada hacía presagiar entonces que serían estos instrumentos los que dictarían la sentencia de muerte de Silicon Valley Bank. A pesar de la larga lista de nuevas normas que modifican los marcos regulatorios vigentes durante la crisis del 2008, pareciera ser que aún quedan flancos abiertos en el sistema financiero. Ahora, ¿quién podrá ayudarnos?

Por Consuelo Silva, académica de la Escuela de Administración UC

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