Columna de Cristián Medina: A 35 años de la caída del muro de Berlín
Desde la capitulación del Reich (8 de mayo de 1945) y de acuerdo con lo establecido por los aliados, el Estado alemán dejó de existir como unidad política, asumiendo las fuerzas militares triunfadoras el control administrativo de ese territorio en sus respectivas zonas. Una vez concluido el conflicto, el sector controlado por los soviéticos se dedicó a establecer una administración local provisional en la que incluyó preferentemente a militantes comunistas. Estos celebraron conversaciones junto a los socialdemócratas que culminaron en un Congreso en Berlín (abril, 1946) con la fundación del Sozialistische Einheitspartei Deutschlands (Partido Socialista Unificado de Alemania; en español, PSUA; en alemán SED).
El establecimiento de la Guerra Fría, la tensión ideológica entre las potencias occidentales y la Unión Soviética como consecuencia de la reforma monetaria de 1948 en las zonas occidentales, así como en Berlín Occidental, y la acción soviética de cerrar como represalia los accesos terrestre a Berlín, son algunas de las causas que explican el establecimiento de un Estado germano-oriental, el 7 de octubre de 1949, bajo el nombre de Deutsche Demokratische Republik (República Democrática Alemana; en español, RDA; en alemán DDR). En Bonn se establecería la Bundesrepublik Deutschland (República Federal de Alemania; en español RFA). Se consagró así la división de Alemania, donde la RDA, debido a la afinidad ideológica de sus dirigentes, se alineó con Moscú ingresando a la esfera de la Europa socialista hasta 1989.
La llegada de Gorbachov al poder soviético —a mediados de la década de los ochenta— provocó cambios estructurales en el sistema socialista afectando inevitablemente a los estados satélites, entre ellos a la RDA. La aplicación de la perestroika de Gorbachov fue para los altos dirigentes germano orientales sinónimo de inutilidad, ya que sólo conduciría a un caos social y transformaba los partidos comunistas en clubes de discusión.
La testarudez demostrada ante una crisis general y los esfuerzos del régimen de la RDA resultaron estériles. No existían recursos suficientes para aplicar aumentos salariales, la deuda externa se multiplicó por quince provocando que aproximadamente un 66% de los beneficios productivos del país se orientaran a cubrir esta deuda. Todo ello desembocó en una abrupta inflación y caída del valor internacional de su moneda.
El descontento social se incrementó ante las privaciones de las cuales la sociedad este-alemana era víctima. El deterioro de sus condiciones de vida estimuló un aumento de las voces disidentes, las que en principio abogaron por defender el socialismo que resguardaba a su sociedad, pero luego fueron variando sus ideales hacia un esquema menos rígido y humanitario, que incluyera en sus bases una mayor justicia, equidad y democracia. Este fenómeno fue minando la permanencia de Erich Honecker al mando del Sozialistische Einheitspartei Deutschlands (abreviado SED, o PSUA en español). Como muy bien vaticinó la radio libre de Europa a finales de 1988, “el final de la era Honecker no podía estar lejos”.
Inserto en este clima de división, en octubre de 1989 se llevó a cabo el cuadragésimo y último aniversario de la fundación de la RDA, donde quedó de manifiesto la grave situación del país. Gorbachov, invitado a la celebración, le expresó a Honecker su opinión sobre la situación política interna y le espetó la afilada frase: “la Historia castiga a los que no actúan a tiempo”, decidiendo por pasiva la suerte del anciano dirigente. El respaldo soviético a la RDA seguiría solamente en caso de que se implantara en ella una vía política reformista. Honecker no era partidario de los nuevos vientos de reforma que soplaban desde Moscú y fue renuente en aceptar las propuestas de cambio, lo que al final gatilló en su dimisión el 18 de octubre de 1989. Egon Krenz tomó el mando de la Secretaría General del SED, de la presidencia del Consejo de Estado y del Comité de Defensa Nacional. Antes había sido secretario del Partido para asuntos de seguridad interna y su nombre se barajaba como sucesor.
En medio de un entusiasmo delirante, el Muro de Berlín dejó de existir el 9 de noviembre de 1989, en febrero del año siguiente el SED fue disuelto y un mes después se efectuaron las primeras elecciones abiertas en la RDA. Todo este proceso clausuró definitivamente el drama psicológico y geopolítico que significó el muro de Berlín durante la Guerra Fría, permitiendo, además, empezar a indagar sobre la historia de la RDA y la vida de sus ciudadanos.
Por Cristián Medina, académico Instituto de Historia de la Universidad San Sebastián
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