Columna de Cristián Valdivieso: Presidencial 2025: obras son amores y no buenas razones

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Dentro de un año, el 14 de diciembre de 2025, estaremos eligiendo al nuevo Presidente o Presidenta de la República.

En 2021, Chile apostó por un liderazgo que prometía una transformación profunda. Gabriel Boric encarnó la promesa de una nueva era, resignificando valores como la justicia social bajo el lema “la tumba del neoliberalismo”; el feminismo con el “amiga, yo te creo”; y la lucha contra el cambio climático con el “No a Dominga”. Su juventud y frescura conectaron con un electorado que buscaba renovar la política tras los duros años del estallido social y la pandemia.

Ese estilo y narrativa dominaron hace tres años. La pregunta ahora es ¿qué tipo de liderazgo está demandando la ciudadanía para el próximo período?

Tan significativo como el cambio en las prioridades temáticas de la sociedad es el giro que, de acuerdo con un estudio de Criteria, se está produciendo en torno a los atributos de liderazgo demandados para el próximo período presidencial. Si en 2021 atributos como la empatía, la cercanía y la priorización de lo simbólico incidieron en la elección de Boric, hoy la ciudadanía aspira a un aterrizaje más concreto: experiencia, competencias técnicas, capacidad de gestión y sinceridad. Decir la verdad ante las dificultades, al estilo directo de Milei con su “no hay plata”.

Estos datos sin duda son espejo de un descontento con la gestión y los logros del actual gobierno, pero también dan cuenta de un cambio en las mareas políticas y sociales que dominaron el ciclo social desde el estallido y hasta el primer proceso constituyente.

“Obras son amores y no buenas razones” parece ser el signo del nuevo tiempo: la sociedad demanda propuestas concretas para mejorar la calidad de vida, basadas en evidencia y experiencia. Al mismo tiempo, madurez política para decir la firme, incluso si eso implica sacrificios.

Construir un proyecto presidencial competitivo para 2025 requiere comprender que Chile no es el mismo de hace unos años. La sociedad es ahora más pragmática, menos ideologizada y mucho más exigente en términos de gestión. Aunque lo simbólico y la inspiración siguen siendo relevantes, ya no bastan sin competencias técnicas. La crisis en temas como seguridad, migración y crecimiento económico ha redirigido el foco hacia liderazgos que combinen visión y capacidad ejecutiva.

La elección de 2025 no tratará solo de nombres o coaliciones, sino de estilos de liderazgo. Aunque no será un triunfo del “cosismo”, que abandona del todo la fuerza de lo simbólico, ganará quien mejor comprenda este nuevo ciclo y conecte con la demanda por resultados concretos y experiencia. Quien sepa liderar una transición equilibrada desde el vacío de lo puramente simbólico hacia la gestión con significado y mirada de futuro será quien defina el rumbo del país en los próximos años.

La próxima campaña presidencial no se librará en las cimas, sino bajo los árboles. Será menos apasionante que la de 2021, enfocada más en el amor por las obras que en las grandes razones.

Por Cristián Valdivieso, director de Criteria