Columna de Cristián Valenzuela: Amigo, yo te creo

Gabriel Boric


El 15 de octubre fue un día caluroso en Santiago, cercano a los 30 grados, algo atípico para la primavera que recién comenzaba. El Presidente Boric tomó su teléfono a las 16.27 y a través de la aplicación Signal -que denota su vocación por la transparencia- le escribió al entonces subsecretario Monsalve, preguntándole a qué hora regresaba a La Moneda. En paralelo, Manuel Monsalve terminaba de exponer en la Comisión de Gobierno Interior, que revisaba un proyecto de ley sobre migraciones, donde daba cuenta de cifras, objetivos y respondía los cuestionamientos de los parlamentarios.

A las 17.43, el Presidente volvió a insistir: “Recuérdame a qué hora llegas”, le escribió escuetamente. El ex subsecretario, finalmente, llegó a eso de las 19 horas a La Moneda y se reunió a solas con el Presidente, quien esa misma noche decidió no pedirle la renuncia a Monsalve, mientras se evaluaban los antecedentes. Hasta ahí, el Presidente le creía a Manuel.

Un mes después de la reunión entre Monsalve y el Presidente, no existía ninguna explicación razonable para entender las acciones del Presidente y la decisión que había tomado de proteger a Monsalve. Pero esa incógnita se despejó este lunes, cerca de las 22 horas, cuando su abogado informó, mediante un comunicado, que el propio Presidente estaba siendo investigado por difusión de imágenes privadas y acoso sexual.

Quien se sentó a conversar con Monsalve, esa noche de octubre, no fue el Presidente de la República, sino Gabriel Boric, denunciado e imputado por acoso sexual. No fue el Jefe de Estado, sino una persona común y corriente, atribulado por una denuncia que consideraba falsa y que preveía que sería injustamente juzgado en la arena pública cuando esos hechos se conocieran masivamente. Quien tuvo que definir el futuro del ex subsecretario no tenía la claridad ni la independencia para tomar la decisión correcta. Como diría el diputado Mirosevic, no estaba en su sano juicio y Monsalve lo sabía.

Lejos de las teorías conspirativas y los infructuosos pauteos que ha intentado la Secretaría de Comunicaciones del gobierno, lo que el caso Monsalve y el caso Boric han puesto en vitrina no solo es la incapacidad del gobierno para resolver esta grave contingencia, sino que, sobre todo, la total y absoluta falta de transparencia y compromiso con la verdad por parte de La Moneda.

Tengo la tranquilidad de no estar ocultando nada”, afirmaría el Presidente, días después, en su ya legendaria conferencia de prensa. “Yo aquí no voy a esconder nada, absolutamente nada”, agregó, minutos después, tratando de contener las incesantes preguntas de la prensa. Pero el Presidente Boric mentía en forma descarada, porque cargaba sobre sus hombros no solo la responsabilidad por los errores que cometió en el caso Monsalve, sino que una mochila mucho más pesada en su conciencia, por la existencia de la denuncia en su contra.

Durante todo el gobierno, muchos hemos derrochado tinta hablando de las volteretas del gobierno y su más eximio atleta, el propio Presidente. Pero a estas alturas, criticar los cambios de opinión y posición resulta absolutamente insuficiente. El gobierno se ha convertido en una maquina imperfecta de fabricación de noticias falsas, desinformación y ocultamiento de la verdad. Sea en el caso convenios, en el caso Monsalve o Boric; sea con los indultos, las pensiones de gracia o las cifras delictuales; en distintos temas y de manera persistente, el gobierno ha hecho de la mentira una forma de gobernar y de su compromiso con la transparencia, otra promesa de campaña incumplida.

Será la justicia la encargada de determinar, tanto en el caso Monsalve como en el caso Boric, la verdad judicial y las responsabilidades que correspondan, si es que corresponden, en cada caso. Pero la verdad política del caso Monsalve, en lo que se refiere a las decisiones políticas y el manejo de la información por parte del Presidente y su gobierno, se explica inequívocamente por el caso Boric y todos los antecedentes y omisiones de información que hemos conocido esta semana.

El Presidente Boric le creyó a Manuel Monsalve y no a la víctima, y decidió darle más tiempo para defenderse, porque tenía la íntima e ingenua esperanza de que los hechos lo absolverían y le ahorrarían la peor crisis en lo que va de su gobierno. Esa es la verdad, y hoy los chilenos saben, con certeza, que el Presidente feminista optó por creerle a su amigo y no a la víctima, como el eslogan de campaña prometía.

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