Columna de Cristián Valenzuela: El matón del gabinete

jackson montes
Foto: Dedvi Missene


En cualquier país del mundo sería un escándalo político y comunicacional de proporciones, pero no en Chile. Un Ministro de Estado - no cualquiera, sino uno de los más poderosos y cercanos al Presidente - se consigue el número telefónico de un periodista, lo contacta y luego le transmite directamente su amenaza: con mi familia no te metas.

La recientemente creada Comisión contra la Desinformación - o Ministerio de la Verdad Estatal - ni en sus mejores sueños se propuso conseguir el despliegue que el ministro Jackson desarrolló esta semana para acallar y controlar a los críticos y a la prensa que lo trataba de vincular con el caso fundaciones. Este caso en particular, a ojos del gran hermano comunista, no podía caber en la categoría de noticia falsa, pues es un hecho cierto y comprobado que la hermana del Ministro trabaja en una fundación que se financia con fondos estatales. Es decir, no hay verdad oficial que imponer ni noticia falsa que corregir, pues los hechos son irrefutables.

Por tanto, la discusión se da en otro nivel: lo que busca el ministro es reprimir la libertad de expresión que una persona/medio tiene, opinar/cuestionar/hablar de ciertas cosas, personas o circunstancias. Lo que Giorgio Jackson ha establecido, desde su sitial ministerial, es que no va a tolerar que hablen de su familia y cualquier mención o interpretación de esos hechos –reales, ciertos y comprobables– serán considerados como una agresión personal en su contra y sujetos, implícitamente, a medidas de retaliación o venganza.

Si quieren atacarlo a él, no hay problema. Pero si fiscalizan a su familia, aténganse a las consecuencias.

Nuestra Constitución asegura a todas las personas la libertad de emitir opinión y la de informar, sin censura previa, en cualquier forma y por cualquier medio. En ninguna parte dice que las personas deban abstenerse de criticar a los parientes de los ministros de Estado porque reciben financiamiento estatal, ni menos habilita a una autoridad, como este ministro, a llamar a un periodista para hacerle ver su discrepancia respecto de la forma en que ese profesional ejerce su pega, orientándolo “amablemente” a hacerlo de una manera diferente.

Bajo esta lógica, uno tampoco podría haber criticado la contratación del cuñado del ministro que, con un gran expertise en performances callejeras, estaba “sobre calificado” para asesorar al Ministerio de Obras Públicas; tampoco podríamos haber cuestionado la designación de su ex pareja en el Ministerio del Interior, después de cumplir una gran labor en la fracasada convención; o en su minuto, reclamar por las denuncias de mala gestión, acoso y maltrato laboral de la madre del ministro cuando trabajaba en la Junta Nacional de Jardines Infantiles. Queda en evidencia entonces que, bajo la lógica del ministro, nos tenemos que abstener de criticar a su familia - aunque la lista de la parentela cercana y extendida que depende de la planilla estatal sea gigantesca - porque todo podría ser considerado un ataque a su persona e investidura y, por tanto, digno de ese particular estilo de reproche ministerial.

Giorgio Jackson es uno de los ministros más mediocres de este gobierno. Mediocre, porque fracasó como articulador en la Segpres y hubo que cambiarlo de puesto para que pudiera mantenerse en el gabinete; mediocre porque en Desarrollo Social no se ha hecho cargo de las urgencias sociales; mediocre, porque es uno de los ministros peor evaluados del gabinete. Pero no sólo es mediocre, sino que matonesco, porque usa métodos cuestionables en su ejercicio político, más propios de la mafia, que de un servidor público preocupado del buen gobierno y de la probidad. No es aceptable que un ministro llame por teléfono a un periodista para amedrentarlo y para acallar los cuestionamientos a su familia, cuando lo que se busca es fiscalizar el correcto uso de los recursos públicos.

Si quiere evitar las críticas, en vez de censurar a los periodistas, pídales a sus parientes que no trabajen para el gobierno ni usen los recursos públicos para financiar sus proyectos, si no están dispuestos a ser fiscalizados ni a evitar que su poderoso pariente use su influencia y tácticas para salir a defenderlos.