Columna de Cristián Valenzuela: El pago de Chile
A mediados del año 2006, en el Centro Cultural Palacio de La Moneda se exhibió el artefacto del antipoeta Nicanor Parra llamado el El pago de Chile, que consistía en recortes de fotografías de los expresidentes de Chile colgados de sogas por el cuello. La obra, según Parra, era una referencia al juicio de residencia de la época colonial, donde a los gobernantes no se les podía cuestionar mientras estuvieran en el poder, pero recibían todo tipo de reclamos y acusaciones una vez que lo abandonaban.
Sebastián Piñera no tuvo que esperar el fin de su mandato para ser cuestionado y vilipendiado. En su peor momento obtuvo apenas un 6% de aprobación en la CEP de enero de 2020, la calificación presidencial más baja en la historia reciente. A fines de ese mismo año, obtendría la desaprobación más alta, con un 87% según la encuesta Criteria. Fue acusado constitucionalmente por la izquierda en dos oportunidades y se presentaron decenas de querellas en su contra por delitos tan variados como violaciones a los derechos humanos en el estallido o diseminación de gérmenes patógenos en pandemia. Fue objeto de burlas, sarcasmos e insultos, y cientos de columnas se escribieron, incluyendo algunas de mi autoría, cuestionando las decisiones de su gobierno y las reales motivaciones que sustentaban sus convicciones como Mandatario.
Pero el pago de Chile también alude, a nivel coloquial, a esa ingratitud que los chilenos manifestarían por aquellos que han prestado un destacado servicio a la patria y que, por diversas razones, son ignorados y dejados al olvido, nunca reconocidos debidamente por los servicios que prestan a la patria.
El Presidente Piñera tampoco tuvo, durante su mandato y en los meses posteriores, un adecuado reconocimiento a los logros de su gobierno y a ese estilo de gestión metódico, basado en evidencia y comprometido profundamente con expandir la libertad y el desarrollo para millones de chilenos.
Pero desde hace unos meses, y con inusual intensidad una vez conocida su trágica muerte, esa deuda de los chilenos se comenzó a pagar. Las encuestas ya venían demostrando un alza en su aprobación y en los últimos días su figura creció exponencialmente, a partir del reconocimiento transversal de partidarios y detractores a su figura y a la valoración positiva que millones de chilenos comienzan a hacer su obra. El símbolo de esa especie de reconciliación son las miles de personas que hicieron fila por horas para despedirse del Presidente, presentar sus respetos y demostrar cariño a su familia.
En lo personal, si bien conocí por primera vez al expresidente hace más de 20 años y tuve la oportunidad de interactuar con él en diversos cargos a nivel político y profesional, solo en los últimos años pude comprenderlo más a fondo y valorar su enorme capacidad, entrega y compromiso con el país.
“Ser Presidente de la República ha sido el mayor honor de mi vida”, afirmó el expresidente Piñera al finalizar su gestión, y verdaderamente es un tremendo honor servir a la patria desde la Primera Magistratura de la Nación. El Presidente Piñera no solo lo hizo en dos oportunidades, sino que teniendo múltiples alternativas en su vida, escogió servir a Chile con entereza y dedicación.
Estimado Presidente, no se contorsiona ni se da una voltereta quien es capaz de analizar sus posiciones con razonabilidad y serena reflexión. Muchos, podremos legítimamente mantener distancia con algunas de sus políticas y decisiones, y será la perspectiva del tiempo la que se encargue de juzgar, en su correcta dimensión, las luces y sombras de sus gobiernos. Pero la buena noticia es que, a diferencia de lo que decía Parra, muchos en esta hora comienzan a reconocer y valorar la vocación de servicio y profundo amor por Chile de Sebastián Piñera, que lo enaltecen más allá de cualquier condición.
Estimado Presidente, gracias por su servicio a la patria, y aunque estas líneas sean insignificantes, espero que sirvan para abonar en algo esa deuda que los chilenos tenemos respecto de su paso por este mundo terrenal.
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