Columna de Cristián Valenzuela: El perro Mataboric
“Negro Matapacos, Santo Patrono de las manifestaciones y los perritos de la calle”, reseñaba la semblanza de una imagen del famoso can que recorrió las redes sociales y nuestras calles a partir de octubre de 2019. Pero la fama del Negro venía de mucho antes, específicamente de 2011, cuando en las masivas protestas estudiantiles aparecía en las calles de Santiago ladrando y amenazando a Carabineros con su distintivo pañuelo rojo. Un perro que, no obstante las heridas que sufrió en las calles, vivió lo suficiente para convertirse en un mito urbano que traspasaría no solo las fronteras, sino su propia existencia terrenal.
Mientras el Negro hacía de las suyas en las calles el 2011, un joven dirigente hacía lo propio liderando a los estudiantes en las universidades y en las marchas, en una carrera ascendente que lo llevaría, ni más ni menos, que a la principal magistratura de nuestro país. Irreverente, contestatario, anárquico y revolucionario, Gabriel Boric cultivó desde el inicio de su carrera política, que coincidió con el término de su frustrada carrera universitaria, un permanente desprecio por las etiquetas sociales, por las instituciones tradicionales y por el consenso que, a esas alturas ya bastante apagado, había dominado la escena política nacional en los primeros 30 años del retorno a la democracia plena.
Al igual que el Negro, Boric también ladró fuerte en Plaza Italia, en una imagen icónica del estallido, donde reprochó a los militares el uso de las armas para contener la protesta social y los conminaba a abandonar ese espacio, que a su juicio le pertenecía al pueblo y no a los policías y militares mandatados a cuidarlo.
Gabriel Boric no habría sido elegido Presidente sin el estallido social, deslizó el exconvencional Daniel Stingo, en una afirmación provocadora, pero no por ello menos cierta. Para el estallido no solo se destruyeron decenas de estaciones de Metro o se saquearon cientos de locales comerciales, también se destruyó completamente la base de apoyo del gobierno de Sebastián Piñera y se sentaron los fundamentos políticos para los contundentes triunfos electorales de la izquierda más radical. Con astucia y táctica política, Gabriel Boric se convirtió, al igual que el perro Matapacos, en el estandarte de la rebeldía de una parte del pueblo de Chile, especialmente los más jóvenes, y en depositario de la esperanza de múltiples generaciones que creyeron, ingenuamente, que en este “despertar de Chile” Boric iba a solucionarlo todo, incluyendo los dramas y pesares de su existencia actual.
Luego de dos años y cientos de volteretas de por medio, Boric había demostrado una especial habilidad para mantener el apoyo irrestricto de su base electoral. Pese a los sucesivos fracasos en materia económica y de seguridad; pese a la contundente derrota en el plebiscito constitucional; pese a la bochornosa gestión de un grupo de púberes políticos en su estreno como gobierno, Boric y compañía lograron mantener al menos un 25% del apoyo de sus partidarios más acérrimos. Hasta ahora.
“Yo jamás festiné ni me hizo ningún sentido esta imagen burda del perro Matapacos”, afirmó el Presidente Boric en una entrevista radial, desatando la profunda indignación de la feligresía que lo apoyaba sin descanso hasta ahora. Cientos, sino miles de mensajes, recorrieron las redes criticando, cuestionando e insultando la sorpresiva declaración presidencial. Los mismos que le perdonaron todo a Boric, desde su sentido homenaje al fallecido Presidente Piñera, hasta sus continuos cambios de posición en las promesas de campaña, no parecían estar dispuestos a tolerar una traición más.
En las próximas semanas veremos si el llamado perro Matapacos se convierte un perro Mataboric, esto es, si este incidente tan pequeño, pero a la vez tan simbólico, logra perforar la sólida resistencia de la aprobación presidencial. Porque lo que está en juego en esta discusión no es si el calificativo de “matapacos” es correcto o aceptable, porque al menos para los que creemos en la democracia es absolutamente deleznable, sino que lo que verdaderamente está en discusión es la lealtad del Presidente Boric con los que lo eligieron inspirados en ese símbolo que él no solo usufructuó para llegar al poder, sino que en más de 10 años jamás se atrevió a denunciar.
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