Columna de Cristián Valenzuela: Es la economía, estúpidos

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Uno esperaría una reacción agresiva del gobierno para enfrentar estas malas noticias y pronósticos. ¿Qué hacemos para reactivar el país? ¿Cómo vamos a contribuir a frenar el alza del costo de la vida? ¿Qué hacemos para revertir la tendencia al alza de la informalidad y la precarización de las condiciones laborales?



El informe de política monetaria del Banco Central, dado a conocer esta semana en el Congreso, levanta alertas significativas respecto del rumbo que está tomando nuestra economía y la falta de preocupación de nuestras autoridades económicas.

El 4,2% de crecimiento que demostró el Imacec de julio aparece como un oasis en medio de una sequía gigantesca de noticias económicas positivas para el país. Por lo pronto, el propio Banco Central redujo su proyección para el crecimiento del PIB este año, limitándolo a la banda entre el 2,25 y el 2,75%. Además, auguró que en la próxima década el país crecería en promedio apenas un 1,8%, alejándose completamente de la época en que Chile crecía por sobre el 3%. Para rematar, el informe pronostica una inflación de un 4,5% para este año, muy lejos de la meta de inflación de un 3%.

El empleo, indicador y desafío social emparentado a la situación económica, subió respecto del trimestre anterior y se mantiene alto: un 8,7% promedio y un 9,1% en el caso de las mujeres. La informalidad laboral y el comercio ilícito siguen haciendo estragos en la búsqueda de mayores seguridades y protecciones en materia laboral.

En este contexto, uno esperaría una reacción agresiva del gobierno para enfrentar estas malas noticias y pronósticos. ¿Qué hacemos para reactivar el país? ¿Cómo vamos a contribuir a frenar el alza del costo de la vida? ¿Qué hacemos para revertir la tendencia al alza de la informalidad y la precarización de las condiciones laborales?

De todo eso, nada. Vemos a un gobierno indolente e incompetente, sin una estrategia política clara para enfrentar la crisis y con una dosis de empatía inexistente para abordar las problemáticas sociales. Los gremios reclaman, con justicia, que el Presidente no está disponible para participar de los encuentros público-privados a los que lo invitan ni a compartir los planes y proyectos que nos pueden sacar del marasmo económico.

¿Permisología? Estancado en el Congreso y con falta de impulso por parte de un Ministerio de Economía que, más que motor de la recuperación económica, se ha convertido en un comentarista de la contingencia, sin planes ni proyectos concretos para enfrentar la dura realidad. Peor aún, la izquierda vegana a cargo de las políticas microeconómicas del gobierno se ufana de su transición hacia una economía verde y de lucha contra el cambio climático, mientras millones de chilenos están sin empleo y apenas llegan a fin de mes en su realidad habitual.

Paralelamente, se siguen discutiendo los proyectos de reforma tributaria y se proyectan presupuestos que seguirán incrementando el gasto público, sin un cambio radical en la forma de enfrentar la crisis económica subyacente. Y todo ello con la complicidad de algunos sectores de oposición que se contentan con el cambio de nombre de un proyecto, pero que no son capaces de ver y proyectar el daño que el cambio de atribuciones y el alza encubierta de impuestos le hacen al país.

Chile necesita crecer con fuerza y, para lograrlo, no podemos seguir haciendo las cosas que hemos venido haciendo en los últimos 10 años. El estancamiento crónico, heredado de la mala administración de Michelle Bachelet y profundizado por las malas decisiones que se tomaron en el último lustro, debe ser corregido con fuerza, audacia y decisión.

En vez de pensar en seguir subiendo impuestos, hay que bajarlos agresivamente.

En vez de seguir inventando regulaciones, instituciones y asientos para funcionarios, hay que reducirlos significativamente.

En vez de seguir aumentando el presupuesto, hay que hacer un ajuste como nunca hemos tenido en la historia.

En vez de mentes pseudoingeniosas inventando formas de gastar la riqueza que no tenemos, necesitamos emprendedores y empresarios con incentivos para crear riqueza.

Chile es un país con un mercado pequeño, cuyo único atractivo para los inversionistas extranjeros eran la estabilidad y seriedad institucional, que garantizaban rentabilidad en el mediano y largo plazo. Hoy, luego del estallido delictual y malas políticas públicas, nos hemos convertido en uno más del barrio y con poca disposición al riesgo de quienes apuestan su capital. Para superar esa mediocridad necesitamos un cambio radical en el manejo económico y recuperar la seriedad institucional que nos caracterizaba.

Ojalá que quienes lideran el país no sigan ignorando las señales evidentes. Ojalá no sigan evadiendo el debate. Al igual que la seguridad, reconstruir nuestra economía es fundamental.

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