Columna de Cristián Valenzuela: Lo damos vuelta

Reunión Amarillos DEmócratas


Corría el minuto 95 y es la esperanza de millones de chilenos lentamente se apagaba. La Universidad Católica derrotaba uno a cero a Colo Colo en el Monumental y la gente en las tribunas no lo podía creer. Durante todo el partido, hubo solo un equipo en cancha que proponía buen fútbol, que buscaba alternativas para llegar al arco y que hacía pesar su condición de local en las tribunas, impulsando a los jugadores a lograr una hazaña. Al frente, un equipo que magnificaba las faltas, que hacía tiempo y que celebraba hasta los laterales. Pero en el minuto 96, todo cambió. El gol de Leandro Benegas y luego el de Damián Pizarro en el minuto 101 cambió completamente el trámite del partido y alcanzó una victoria épica.

El devenir de este proceso constitucional se parece mucho al clásico jugado el domingo recién pasado. Durante todo el proceso, el Partido Republicano, junto a Chile Vamos, han hecho todo lo posible por jugar limpio, respetar las reglas y proponer una alternativa de Constitución que identifique a millones de chilenos. Cualquier analista imparcial y honesto valorará que los ejes estructurales de la propuesta no solo abordan los nudos críticos del país en materia de seguridad, institucionalidad, sistema político y orden público económico, sino que propone soluciones e innovaciones concretas, manteniendo la tradición constitucional chilena. Ni retroceso ni refundación, sino un proyecto razonable y responsable.

El adversario, por su parte, ha cooperado poco con el desarrollo del partido. Desde el minuto uno partió reclamándole al árbitro (la Corte Suprema), ha magnificado las faltas y se ha confiado en el desánimo general para tratar de mantener el empate. Están conscientes de que se farrearon el último campeonato y que no tienen equipo ni ideas para ganar, por lo que se contentan con perjudicar constantemente al rival.

El primer proceso constitucional fue todo lo contrario. La izquierda partió con un tres a cero a favor, con el favor del público en el estadio, los medios de comunicación (incluyendo varios columnistas de este diario) y con un favoritismo artificial, que hacía difícil prever una derrota. Pero no se respetaron las reglas, los jugadores actuaron con soberbia y poca ética y la propuesta táctica fue proponer un proyecto constitucional que buscaba dividir Chile, profundizando las diferencias entre los chilenos y configurando un modelo político y económico que iba contra el sentido común de millones de chilenos. Un proyecto refundacional, que no respetaba la tradición constitucional y que llevaría a Chile, literalmente, a un franco retroceso económico, político y social.

Estamos en el minuto 95 del partido constitucional. La opinión pública comienza a prestar atención a las jugadas y a apreciar el buen juego y la disposición de uno de los equipos en la cancha. Las encuestas empiezan a revertir su tendencia y a mostrar, con números, las posibilidades de recuperación del equipo, aumentando las posibilidades de lograr una hazaña. Los jugadores más importantes han dejado de expresar su frustración con el resultado, empiezan a marcar sus posiciones y manifiestan disposición a sacrificar todo su prestigio para dar vuelta el resultado.

¿Se puede? Nada es imposible, nada. Es hora de dejarse de reclamar al árbitro, quejarse por los errores de los compañeros y comprender lo que está en juego en la cancha. Chile tiene la oportunidad histórica de cerrar el capítulo constitucional que se abrió con el estallido delictual del 2019 y si bien la Constitución no es la solución mágica que resolverá todos los problemas de la gente, esta propuesta tiene elementos de cambio importante, que permitirán modernizar el Estado; reforzar la seguridad pública y de las fronteras; cambiar el sistema político para reducir la fragmentación; y fortalecer la libertad en salud, educación y en el orden público económico. La Constitución vigente ha permitido las mejores décadas de progreso para Chile y este proyecto constitucional es mucho mejor que el vigente y tiene el potencial de llevar al país al verdadero desarrollo.

Los chilenos tenemos todo para ganar este partido: un proyecto razonable, un equipo comprometido y millones de hinchas que, en el fondo, albergan mucha esperanza. En los últimos minutos, hay que poner todo el corazón y la garra para lograr esta hazaña, que nos permita no solo ganar este partido, sino empezar a soñar con el campeonato local y, por qué no, llegar a jugar de igual a igual con los mejores del mundo.