Columna de Cristián Valenzuela: Me gusta cuando callas

PRESIDENTE GABRIEL BORIC
Foto: Mario Téllez


En los últimos dos meses, el Presidente Boric ha aumentado su aprobación en casi 11 puntos porcentuales, según Cadem, volviendo a sus mejores registros posteriores a la abrupta caída luego del primer plebiscito constitucional.

¿A qué se debe esta revaloración del rol del Presidente Boric?

¿Será el repentino aumento de los homicidios que sufrimos este fin de semana y que dan cuenta de un alza significativa del crimen en todo el país en los últimos meses? ¿Será el alza de la cuenta de la luz que promete superar el 50% entre deudas a generadoras y distribuidoras y que el Ministro Pardow hábilmente ocultó de la opinión pública? ¿Será el aumento de las tarifas del transporte público que contrarían la promesa incumplida del Presidente de tener un transporte tarifa cero para todos los chilenos? ¿Será la demora en entregar útiles escolares en las escuelas públicas o el aumento de los tiempos de espera en las atenciones de salud?

Según el gobierno, vivimos en un país estabilizado, que gracias al liderazgo del Presidente Boric ha recuperado la normalidad luego de años de dolor y sufrimiento producto de un mal gobierno de derecha, que nunca pudo corregir el rumbo pese al apoyo constante y comprometido de una virtuosa y colaboradora oposición. Quizás por eso mejora la aprobación del gobierno, porque los chilenos, gracias a la orientación y guía de la Ministra Vallejo, nos hemos dado cuenta de cómo el país se ha transformado gracias a la enorme gestión de este gobierno.

Una versión alternativa, y más cercana a la realidad, podría ser que simplemente el Presidente se ha quedado callado. En estos últimos meses, ha reducido significativamente sus entrevistas, ruedas de prensa, actividades el fin de semana y ha aumentado sus viajes dentro de Chile y al exterior. En sus últimas 66 actividades públicas, solo en una ocasión respondió a las preguntas de la prensa. En las 65 restantes, se ha tratado de discursos minuciosamente preparados, cuñas elegidas con pinzas y temáticas que no abordan las contingencias políticas y sociales, sino que tratan sobre temas poco conflictivos.

¿Aumento de homicidios? ¿Cambio de sistema electoral por secretaría? ¿Fallida entrega de útiles escolares? ¿Fracaso del plan para reducir tiempos y atenciones de lista de espera? ¿Allanamiento de Villa Francia? No son temas que forman parte de la agenda presidencial ni de las vocerías del Presidente. Para eso, están las vocerías del gobierno y los partidos, el Presidente no debe, aparentemente por diseño, involucrarse en esos hechos.

Esto evoca a la ex Presidente Bachelet, cuando también optó por guardar silencio y no someterse al escrutinio a la prensa, y solo hablar a través de sus pautas, incluso enviando sugerencias de cuñas a los periodistas, para que estuvieran atentos a los mensajes que se querían transmitir desde La Moneda.

No es una práctica habitual, pero sí bastante efectiva. Los presidentes cometen menos errores y no están expuestos a que un periodista los “incomode” con una pregunta que los pueda sacar de la pauta oficial y que desvíe el eje comunicacional que pretende sacar adelante el gobierno. Curiosa práctica, en todo caso, de un Presidente que cuando era candidato presidencial defendía el derecho de la prensa de incomodar al poder, pero que ocupando el sillón de O´Higgins prefiere evadir ser incomodado.

El tiempo dirá si la estrategia del silencio presidencial tiene efectos en la aprobación presidencial en el largo plazo. Hoy los chilenos, aparentemente, valoran que el Presidente esté callado, porque está como ausente; habrá que ver si con la crisis de seguridad, económica y social, siguen prefiriendo que el principal líder del país siga evadiendo las preguntas y entregando las respuestas que Chile necesita para enfrentar con decisión esas crisis.