Columna de Cristián Valenzuela: Mediocres

Mario Marcel


Se suele decir que la mediocridad es el peor enemigo de la prosperidad, y observando la algarabía que había en La Moneda con el magro 0,2% de crecimiento durante el 2023, el futuro no se ve muy promisorio.

Primero, fue el ministro Marcel quien calificó como muy positivos los resultados de las cuentas nacionales que se dieron a conocer esta semana, agregando que las cifras son un muy buen punto de partida para los desafíos del año 2024. Luego se sumó el Presidente Boric, que prometió que Chile recuperaría la senda del crecimiento y que este sería el “año del despegue” de la economía chilena, el mismo que hace algunos criticaba a otros por las “bajas cifras de crecimiento”, que en esa época alcanzaban 1,6%.

Cuesta comprender la fiesta que armaron en Teatinos si consideramos que, según cifras de la Cepal, Chile apenas superó a Haití y Argentina en crecimiento del PIB y ocupó el lugar 31 de 33 posibles en América Latina y el Caribe el año pasado. Peor aún si lo comparamos con el resto del mundo, que creció a un 3%. ¿A qué se debe la champaña y el cotillón para celebrar este mediocre desempeño?

El economista Klaus Schmidt-Hebbel -o como lo llama Marcel, “el de apellido compuesto”- asegura que prácticamente el 100% del estancamiento económico en Chile se explica por factores locales, y argumenta, además, que el comienzo de la crisis económica profunda de Chile comenzó hace 10 años. Es decir, en pleno gobierno de Michelle Bachelet fue cuando el crecimiento mundial se desacopló del crecimiento chileno y de ahí en adelante, casi siempre, siguió creciendo a tasas mayores que la economía chilena. No es que el mundo haya avanzado mucho, sino que es la economía chilena la que se estanca, si comparamos el crecimiento en las últimas décadas: mientras entre 2004 y 2013 el PIB real de Chile creció, en promedio, un 4,8%; entre 2014 y 2023 la proyección es que dicha cifra alcance, en promedio, un magro 1,9%. ¿Qué están celebrando?

No es posible despegar a ningún lado si el capitán de la aeronave no tiene idea dónde está parado y el copiloto tiene un errado plan de vuelo. Luego de dos años de gobierno y con un PIB creciendo apenas un 0,7%, el único “triunfo” de Gabriel Boric es haberse convertido en el Presidente con el peor debut en los últimos 34 años. Un verdadero podio de la vergüenza.

Esto no sería un problema si no fuera porque detrás de cada cifra hay millones de chilenos que viven y sufren las consecuencias del estancamiento del progreso. Son cientos de miles que quedaron desocupados del mercado laboral; son miles de estudiantes que desertan del sistema escolar; son 500 mil los que suman a la eterna lista de espera en salud, y otros cientos de miles que siguen esperando por una solución habitacional.

Todo en el contexto de un país que vive la peor crisis de seguridad de su historia y donde los únicos que avanzan sin control son el narcotráfico, el crimen organizado y la delincuencia. Un país cada vez más corrupto, desigual y con su tejido social deshecho; un país donde lentamente se apaga la esperanza y se acumula el miedo a morir, a enfermarse o no tener con qué alimentar a tu familia a fin de mes.

Lamentablemente, no hay nada que celebrar. Chile no merece tener dirigentes tan mediocres que se conforman con un par de décimas del PIB y que no son capaces de reconocer el estado calamitoso de nuestra economía actual. Mientras la mayoría de los chilenos apenas sobrevive, ellos festinan, desconectados de la realidad.

Quedan poco más de 700 días para que se acabe esta mediocre administración y los chilenos tengamos la oportunidad de elegir a un gobierno que priorice el orden público y el progreso económico como ejes fundamentales de una política de reconstrucción nacional. Porque salvo en la burbuja en la que habitan nuestro gobernantes y sus asesores, Chile no está bien y el futuro se viene peor. Necesitamos un nuevo gobierno que nos rescate de la mediocridad en que vivimos, nos proyecte hacia adelante y que, a la vez, sea sensible con esa realidad que viven millones de chilenos y que algunos todavía se resisten a ver.

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