Columna de Cristián Valenzuela: Mi amigo Sebastián

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“No tengo ninguna duda que el Presidente Piñera es un demócrata” afirmó el Presidente Boric esta semana en una entrevista, dando cuenta del buen momento en las relaciones de ambos Presidentes. Una obviedad republicana, dirían algunos, considerando el trato deferente y de Estado que debe darse entre mandatarios y exmandatarios. Pero en el caso del Presidente Boric, el problema es mucho más complejo, porque no hace mucho tanto en la forma, como en el fondo, las opiniones del Presidente sobre su amigo Sebastián, eran radicalmente distintas.

Corría el 2012, cuando un joven dirigente estudiantil afirmaba frente a más de 100 mil asistentes bajo la lluvia: “Los estudiantes no podemos creer ni en Piñera ni en la derecha ni en Bachelet”, agregando que no era momento de grises ni de pactar con la vieja política “agotada, sorda y decadente”.

“Soy hombre, heterosexual, blanco, chileno y diputado. No soy yo quien sufriría las consecuencias de una derecha profundamente retardataria”, afirmaba el entonces diputado Boric en 2017, en su llamado a apoyar a Alejandro Guillier en segunda vuelta, buscando evitar un segundo mandato de Sebastián Piñera.

Pero el distanciamiento más evidente, ocurrió durante la campaña presidencial de Boric, cuando en medio de uno de los debates, el entonces diputado emplazó por televisión al Presidente Piñera: “Señor Piñera, está avisado, se le va a perseguir por las graves violaciones a los DD.HH. cometidas bajo su mandato”. Algo que reforzó votando a favor de la acusación constitucional y que justificaba diciendo que tenía que responder en los tribunales sin descartar que pudiera terminar condenado en la cárcel si la justicia así lo determinaba.

¿Qué pasó en estos últimos dos años que hizo cambiar tan radicalmente de opinión al Presidente Boric? ¿En qué minuto el ex Presidente Piñera pasó de ser el villano a convertirse en el mejor amigo y confidente del Presidente Boric?

Algunos dirán que Boric ha comenzado –ahora sí que sí –a habitar el cargo. Quizás, ha empezado a considerar el peso de las responsabilidades de Estado y en sus largas jornadas al interior de La Moneda, comienza a dimensionar el impacto de los conflictos, decisiones y disputas que se generan en un gobierno y que seguramente vivió Piñera en sus jornadas más complejas. ¿Saldría a las calles a marchar contra Piñera después de la experiencia que ha acumulado en estos meses? ¿Lo acusaría constitucionalmente de nuevo?

Otros, más escépticos, creemos que es pura hipocresía. Según la RAE, hipócrita es quien finge cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan. Cuesta creer que la valoración que el Presidente Boric tiene sobre el ex Presidente Piñera haya cambiado tan significativamente en los últimos dos años. Lo que parece estar pasando, es que el Presidente Boric, que antes necesitaba alejarse lo más posible de Piñera, ahora lo necesita para que su gobierno pueda sobrevivir y dejar de ser totalmente intrascendente.

En marzo de 2022, Piñera tenía una valoración positiva inferior al 30% según Cadem. Por las mismas fechas, el entonces Presidente electo, rompía todos los récords con un apoyo que superaba el 60%. ¿Usted cree que el Presidente Boric habría invitado al ex Presidente Piñera a pasear en avión con ese nivel de apoyo? De ninguna manera. Hoy las circunstancias son completamente distintas. La imagen y valoración del Presidente Piñera ha llegado a su punto más alto desde que dejó el gobierno, superando el 50%. Mientras tanto, el Presidente Boric se encuentra en su punto más bajo de aprobación, con cifras inferiores al 30%.

Decía Aristóteles que no se puede ser y no ser algo al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto, lo que podría aplicar al Presidente Boric y al tránsito que ha seguido desde querer mandar a Piñera a la cárcel a invitarlo a conversar semana por medio a La Moneda. Pero la hipocresía que algunos identificamos, y que se repite en cada una de las contorsiones que ha dado el Presidente en los más variados temas de su ejercicio gubernativo, requiere de gestos adicionales para que ese tránsito sea aceptado con sinceridad.

No basta con invitar a su otrora rival a conversar y decir que ahora, que lo conoce mejor, le parece un demócrata, respetuoso de los derechos humanos y un gran servidor público. Lo primero que tiene que hacer es arrepentirse de sus erróneas afirmaciones del pasado, para que la ciudadanía de una buena vez comience a creerle al Presidente y valore su nueva identidad.