Columna de Cristián Valenzuela: Querer a Chile
La última vez que Chile tuvo un feriado tan largo en Fiestas Patrias fue el 18 de septiembre de 2019, hace cinco años. Al igual que este año, casi un millón de autos salieron de Santiago a celebrar las fiestas extendidas y nada hacía presagiar lo que ocurriría en Chile solo algunas semanas después, con el estallido delictual.
En esa época, las empanadas costaban menos de dos mil pesos; la bencina estaba a menos de 800 pesos y el IPC bajo el 2,5%. La economía crecía en torno al 2%; el desempleo, cercano al 7%, y menos de 1.000 personas eran asesinadas al año. Sebastián Piñera tenía una aprobación de un 30% y un rechazo de un 54%, mientras que las figuras mejor evaluadas eran, por lejos, Joaquín Lavín y Michelle Bachelet. En la portada de La Tercera del 22 de septiembre de 2019, Bachelet afirmaba que “no busco, no quiero y no voy a ser candidata”, al mismo tiempo que se hacía cargo de las graves acusaciones de la empresa OAS sobre financiamiento irregular en su campaña, el escándalo de corrupción que llenaba todas las portadas esa semana; Piñera llamaba a proyectar la unidad después del tedeum, y en el Congreso, la oposición se restaba de las actividades protocolares, cuestionando duramente las reformas emblemáticas del gobierno de la época: las reformas tributaria y previsional.
Cinco años después, las empanadas cuestan más de tres lucas; la bencina supera los 1.400 pesos y el IPC no bajará del 4% este año. La economía seguirá creciendo en forma irregular; el desempleo se acerca al 9% y más de 1.300 personas son asesinadas al año, más que en toda nuestra historia. Gabriel Boric tiene una aprobación del 32% y un rechazo que supera el 60%, y las figuras mejor evaluadas son, por lejos, Evelyn Matthei y Michelle Bachelet. En todas las portadas, es el caso Hermosilla el que se toma la agenda; Bachelet sigue afirmando que no será candidata, y el Presidente Boric hace un llamado a que la unidad prime en el Congreso, para sacar adelante los proyectos emblemáticos del gobierno: el pacto fiscal y la reforma previsional.
“Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”, es la icónica frase del Gatopardo de Tomasi, que sirve para ilustrar lo que ha sido Chile en los últimos cinco años. Entremedio, una revolución fallida; atentados de violencia grave en contra de las personas y la autoridad, y dos procesos constitucionales que buscaron, unos más que otros, refundar una nación por completo por la supuesta necesidad de superar un modelo exitoso que aparentemente había fracasado.
Hoy Chile es más pobre, caro y violento que hace cinco años y el único cambio real que hubo en este lustro fue el cambio en las estructuras superficiales del poder. Los únicos que ganaron fueron Boric y sus amigos, que hoy con sueldos millonarios en el Estado y destinaciones pomposas en el extranjero se disfrazan de Carabineros para hablar de seguridad; de banqueros centrales para hablar de crecimiento económico, y de huasos y chinas, para hablarnos de su amor por Chile. Los mismos que hoy lanzan la campaña “Querer a Chile”, abrazados de la bandera chilena y hablando sobre cuánto les gusta nuestra patria y hacen videos sobre el verdadero patriotismo,
Lo irónico es que hoy nos gobiernan los que hace cinco años encontraban que en Chile todo estaba mal, que la refundación era el único camino para la transformación social y que estaban extasiados de ganas por cambiar este “país culiao”, al mismo tiempo que se pasaban una bandera chilena por el trasero. Son los que estuvieron en las calles validando la acción delincuencial y los que estuvieron en el Congreso rechazando todos los proyectos que entregaban más y mejores herramientas para enfrentar la crisis de seguridad.
Chile no merecía una revolución delictual hace cinco años y tampoco la merece ahora. Lo que Chile necesita es un gobierno de verdad y no de utilería como el que tenemos, armado con frases impostadas y relleno con convicciones ajenas. Necesitamos un gobierno que adopte como propia la agenda de los chilenos, que no es otra que el combate a la delincuencia y el crimen organizado; el freno a la inmigración ilegal, y la reactivación de la economía y el empleo en Chile, para mejorar las condiciones de salud, vivienda y educación que tanto anhelan los chilenos.
Para querer a Chile no se necesita un feriado extralargo o una campaña publicitaria del gobierno afirmando su amor por la patria. Lo que necesitamos es un cambio de verdad, que transforme el amor a Chile en actos concretos, que beneficien de verdad a los chilenos que llevan décadas esperando.
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