Columna de Cristián Valenzuela: ¿Rebeldía?
“La rebeldía puede ser parte del gobierno”, afirmaba el Presidente Boric frente a la enfervorizada concurrencia que asistía al cuarto aniversario de Convergencia Social. Atrás quedaba la puesta en escena de la cuenta pública y las entrevistas posteriores – donde hablaba de unidad y responsabilidad – y emergía el joven rebelde que sueña con transformar Chile y que hace menos de dos años prometía ser el sepulturero del neoliberalismo, en lo que él consideraba su versión más radical.
¿Se puede gobernar y ser rebelde al mismo tiempo? ¿Se puede estar con un pie en La Moneda en una faceta institucional y al mismo tiempo en la calle, con una vocación más radical? Son dos caras del mismo Boric: en la semana, uno que se viste formalmente, prepara discursos con mensajes estudiados y da muestras de gobernabilidad; el fin de semana, el que, con bototos y abrigo largo, improvisa consignas y proclamas sesenteras como dirigente estudiantil que no tiene ningún tipo de responsabilidad.
Más allá de la evidente divergencia entre las dos facetas del Presidente, hay un hecho que es indesmentible y cuya evidencia es difícil de soslayar: Gabriel Boric es hoy el Presidente de la República y es quien tiene, por mandato Constitucional y legal, el derecho y el deber de gobernar. Lo que aspiran los chilenos es tener a un mandatario que gobierne y que resuelva los problemas urgentes de las personas, especialmente las más vulnerables.
No se resuelve el hambre con discursos y citas literarias, sino con propuestas concretas que resuelvan el alto desempleo de las mujeres y la endémica informalidad; no se soluciona la gestión de camas críticas en un recital de Caetano Veloso, sino con equipos altamente preparados para anticipar, gestionar y actuar con prontitud para salvar las vidas en riesgo; no se evitan las encerronas y asesinatos con reuniones de gabinete, sino con medidas concretas para apuntalar la prevención y recuperar la inexistente seguridad.
En los últimos 18 meses, más de 100.000 personas han perdido su empleo en medio de una crisis económica que el gobierno solo se esfuerza por profundizar con sus reformas anti-crecimiento. El número de homicidios y robos a la fecha es el más alto en una década, y ninguna de las agendas de seguridad de este gobierno lo ha podido controlar; ya son 113 mil hogares los que viven en condiciones miserables en más de 1.200 campamentos, y los planes de viviendas heredados no son capaces de contener la explosión de marginalidad.
Más de 4,5 millones de chilenos eligieron a un Presidente para que asumiera la responsabilidad de gobernar un país, con un equipo que estuviera a la altura de sus cargos y de los desafíos urgentes que la situación crítica de Chile demanda. ¿Cuál ha sido el resultado de ese ejercicio electoral? Un gobierno incompetente, con funcionarios incapaces y con una gestión deplorable que ha logrado lo que parecía imposible: que Chile hoy sea más pobre, más violento e inseguro que hace dos años.
“La rebelión va acompañada de la sensación de tener uno mismo, de alguna manera y en alguna parte, razón”, decía Camus – un favorito del mandatario – y cuesta mucho, y quizás es imposible, encontrarle algún grado de razón al joven rebelde que, desde un púlpito prestado, intenta disociarse de la enorme responsabilidad que su cargo conlleva.
¿Por qué no se rebela, Presidente, contra la mediocridad de su propio gobierno? ¿Por qué no rebelarse, quizás, contra el ex Subsecretario incompetente que no hizo bien su pega y cuya negligencia nos tiene hoy en una crisis sanitaria sin precedentes? ¿Por qué no se alza en contra de los Ministros que lo convencieron que vender balones de gas a 100 mil pesos era una buena idea o contra aquellos que siguen destruyendo el valor de las empresas públicas mientras se reparten los cargos como si el Estado fuera un mero botín electoral?
Lo verdaderamente revolucionario sería, no seguir alimentando los sueños frustrados de la tropa de idealistas que lo venera, sino que, todo lo contrario, poner el despertador más temprano y dedicarse, a tiempo completo, a mejorar el deficiente gobierno que lidera hasta ahora. No basta con acostarse y despertarse pensando en los problemas de Chile, si de usted depende, principalmente, que esos problemas se comiencen solucionar.
¿Rebeldía? No. Mediocridad.