Columna de Cristián Valenzuela: Un Presidente ausente

LA MONEDA: 3 de febrero de 2024


Alguna gambeta debe haber mostrado el Presidente Boric la noche de este martes recién pasado, en La Florida, mientras jugaba una pichanga en medio de sus vacaciones. Simultáneamente, a pocos kilómetros, un grupo profesional de delincuentes (o quizás agentes extranjeros) se preparaba para raptar a un refugiado político venezolano en la comuna de Independencia y hacerlo desaparecer sin dejar ningún rastro.

Gabriel Boric tiene 38 años. No tiene hijos ni se le conoce pareja estable. No suele levantarse a primera hora de la mañana para llegar a La Moneda ni terminar muy tarde su jornada laboral. Generalmente, lee libros de historia después de almorzar o escucha un vinilo para relajarse en su oficina. Ser Presidente, en esas desafiantes condiciones, aparenta ser muy estresante, y con una baja aprobación ciudadana, está resultando mucho más complejo para su salud física y mental. Algunos sugerirían que, como cualquier chileno, se merece unas buenas vacaciones para poder descansar.

Sin embargo, la realidad política y social es dinámica y se presentan contingencias difíciles de obviar. Y el Presidente no es cualquier chileno. En ese contexto, uno también esperaría que un mandatario menor de 40 años y sin mayores obligaciones familiares o personales, tuviese algo más de energía y flexibilidad para adaptar su liderazgo a las contingencias e imponderables que el sillón presidencial demanda en época estival.

Podría haber sido un líder justo, de esos que habrían interrumpido su descanso para subsanar el grave error de entregar pensiones de gracia a delincuentes profesionales, entre los que se cuenta un productor de material pornográfico infantil y condenados por abuso sexual, homicidio y lesiones.

Podría haber sido un líder compasivo, de esos que, frente a una de las mayores tragedias en la historia de Viña del Mar, con cientos de muertos y miles de damnificados, hubiese interrumpido las pichangas para resolver la emergencia y cumplir con el compromiso de no abandonar a las víctimas que ahora, en voz de su alcaldesa, se sienten en total soledad.

Podría haber sido un líder protector, de esos que son capaces de dimensionar lo que puede significar para nuestra soberanía y seguridad nacional la potencial incursión de un grupo de agentes extranjeros en territorio y que está consciente de que solo una reacción contundente, como señal de política interna y externa, habría servido para mitigar la vulnerabilidad que devela este inédito hecho. Algo tan simple, pero tan potente, como suspender sus vacaciones.

Pero no. Gabriel Boric optó por ser un líder ausente. De esos que, en la hora de la responsabilidad, arrugan, excusándose en su supuesto derecho al descanso, a la desconexión y a la regeneración de energías. Seguramente creerá que se lo merece, porque le quitaron gran parte de las vacaciones el año pasado y que tiene derecho a ser recompensado por el sacrificio que hace por el país. Como lo haría cualquier chileno que se pusiera en su lugar, seguramente pensará.

Pero el liderazgo de un Presidente en Chile no debiera tratarse de poner a los chilenos en el lugar del Presidente, sino al Presidente en el lugar de los chilenos. En el lugar de las víctimas de los delitos de un beneficiado con pensión de gracia; en el lugar de las víctimas de los incendios forestales; en el lugar de la familia de Ronald Ojeda y de los millones de chilenos que se sienten vulnerables a la delincuencia, el narcotráfico y el terrorismo.

Yo no voté por el Presidente, pero respeto la voluntad democrática del pueblo chileno que lo eligió. Ello no impide que uno pueda ser crítico de su desempeño y que podamos demandarle que ejerza el cargo a la altura de los desafíos que el país tiene. Señor Presidente, nadie lo obligó a ser candidato, pero elegido en el cargo, tiene que asumir en propiedad las responsabilidades del cargo que le corresponden. Hoy, la principal de ellas es ponerse en el lugar de los chilenos, con urgencia, dedicación y compromiso presente, no ausente.

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