Columna de Cristián Valenzuela: Un Presidente offline

Gabriel Boric


“Una de las decisiones que tomé es empezar una transición tecnológica, y me compré uno de estos, de los antiguos, sin internet” afirmo el Presidente Boric en la inauguración del Congreso Futuro. Una decisión que explicó en base a la exceso de dependencia que tienen las personas en el mundo actual con el auge de los smartphones y la hiperconectividad.

El Presidente tiene razón. La tecnología ha aumentado explosivamente en el mundo y las formas de relacionarnos han cambiado. Las cifras son impactantes: el 94% de los chilenos mayores de 16 años tienen acceso a internet; el tiempo diario de uso de internet en Chile, es de 8 horas 21 minutos en promedio; y 3 horas 26 minutos de ese tiempo están destinados al uso intensivo de redes sociales. Chile en varios de los rankings de usuarios, uso y adopción de nuevas tecnologías, está encumbrado en los primeros lugares. Efectivamente, como dice el Presidente, Chile es una sociedad sobreconectada y ello está impactando en nuestras relaciones familiares, sociales y laborales.

Como reacción a eso, el fenómeno de la desconexión tecnológica empieza a ganar tracción, especialmente en el mundo más desarrollado, que se ve afectado por la irrupción de las nuevas tecnologías. Se busca “volver a lo natural”, a estar conectado solo en lo “esencial” y a dejar de lado la hiperconectividad, para recuperar la capacidad para reflexionar, contemplar y analizar que permite el silencio (del ruido y de lo digital).

¿Es posible que quien lidera los destinos del país pueda desconectarse del mundo que lo rodea? ¿Es viable que un Presidente pueda reducir al mínimo su conexión con la sociedad?

Personalmente, creo que no. El cargo de Presidente es único y su función irremplazable. No por nada elegimos a una sola persona para que lo ocupe durante cuatro años y se le entrega un mandato único para hacer frente a las urgencias que enfrentan los ciudadanos y que requieren de la máxima atención y dedicación posible. Es el famoso 24/7 que no implica trabajar durante 24 horas, pero si estar disponible a intervenir, participar, definir y decidir asuntos críticos en el intertanto.

En un Chile donde la crisis de seguridad, el estancamiento económico y los gigantescos déficits en materia de salud, educación y tantos otros temas más, demandan que el Presidente de la República se entregue, en cuerpo y alma, a la solución de los problemas urgentes y la dirección permanente y efectiva de su equipo de trabajo. Son solo cuatro años y es parte del compromiso implícito que se asumió al jurar o prometer asumir como tal en la ceremonia de investidura.

Si la persona que ocupa el cargo hoy está sobrepasado o es incapaz de asumir su función en plenitud, como se desprende de esta intención que manifiesta por “desconectarse” y liberarse de la carga presidencial por algunos espacios de tiempo, hay vías constitucionales y legales para resolver ese dilema. Quizás es algo que debió pensar antes de postularse, o que deberá ponderar en el futuro, si esa oportunidad se presenta nuevamente.

Pero hoy, más que nunca, los chilenos necesitan un Presidente que haga la pega y que se dedique por completo a la solución de sus urgencias. El crimen organizado no se desconecta; la lista de espera de salud no desaparece momentáneamente; la economía no se paraliza a la espera del descanso digital de las autoridades. Hoy más que nunca necesitamos un Presidente online, y no offline.

Por Cristián Valenzuela, abogado

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.