Columna de Cristóbal Osorio: Hacia una coalición "sin guayaberas"
Los recientes hechos ocurridos en Venezuela, donde todo indica que el régimen chavista perpetró un fraude electoral, arrojaron grandes esquirlas sobre la política chilena.
Algunos, como el senador Ricardo Lagos Weber, adoptaron -a mi juicio- una actitud equivocada, al solicitar credenciales democráticas al Partido Comunista (PC) para ser parte del gobierno, dado el reconocimiento de su directiva a los resultados oficiales. “No quiero estar en una coalición con alguien que cree que lo de Maduro está bien”, dijo el parlamentario.
Si bien Lagos Weber acierta al declarar antidemocráticos los hechos de Venezuela, yerra al considerar que existe en Chile una ‘coalición’ de gobierno, consistente y programática, en tanto, lo que hay es una ‘cohabitación’ de fuerzas disímiles que fueron entrando a la actual administración por razones pragmáticas y contingentes, entre las que está la prosaica necesidad de ‘poblar’ (o ‘habitar’) el Estado, para permitir su mera administración.
Además, la trayectoria de composición del gobierno fue dejando heridas, cuyos dolores no son buenos consejeros. Lo digo, por si hubiera una dosis de revancha por parte de los ‘socialistas democráticos’ que vieron cómo Apruebo Dignidad excluyó al PPD en la instancia de la primaria. Una situación que se revirtió, recién luego del necesario cambio de gabinete posterior a la derrota del primer proceso constituyente en el plebiscito de 2022.
Mientras esta ‘cohabitación’ no se convierta en ‘coalición’ es sencillamente imposible establecer requerimientos políticos que aplasten diferencias que política y doctrinariamente no han sido deliberadas. Así, hay que asumir una fractura entre quienes van ‘sin guayabera’ y ‘con guayabera’ por la izquierda, en lo que respecta a las políticas de alianza con Cuba y Venezuela.
Algo que tiene una historicidad política y diplomática compleja, la cual hay que atender, pero que también expresa cierta identidad trasnochada, demasiado anclada al siglo XX, donde perdura una especie de Pacto de Varsovia mental, saludando regímenes dictatoriales, si es que son de izquierda, y que se emociona cuando alguien enciende una barricada.
Por otro lado, el Presidente Gabriel Boric ahora tomó la postura correcta de arrojar una sombra de escepticismo sobre los resultados proclamados por el chavismo, y pedir las actas, ejemplo que siguieron varios países, pero es de esperar que esto sea consistente en el tiempo y no un “oportunismo frívolo”, bajo la sospecha de que muchos en el Frente Amplio solo tienen escondidas algunas guayaberas (y no necesariamente las que se usan respecto de Venezuela).
Asimismo, hay que decir que tampoco existe una postura pétrea dentro del PC, el cual vive una saludable discusión al respecto, que tiene mucho de generacional, en la cual figuras como Karol Cariola, Irací Hassler y Camila Vallejo, se han desmarcado de los postulados oficiales de su partido y hoy van ‘sin guayabera’.
¿Es solución resolver esas diferencias amputándose el gobierno del PC?
No parece ser el camino.
Más bien habría que buscar actualizar la discusión respecto de los asuntos propios del siglo XXI. Donde caben disquisiciones geopolíticas, como los es la proximidad o alejamiento de la izquierda chilena a Occidente y al ‘Sur Global’ de los BRICS, y también otras de ethos político y de valoración de la democracia liberal. Solo después de esa discusión puede haber coalición y un dress code, que la acompañe.
Por Cristóbal Osorio, abogado.
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