Columna de Daniel Grimaldi: Democracias débilmente resilientes

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Raúl Zamora/Aton Chile


El último informe del Latinobarómetro 2024 muestra fenómenos muy interesantes relativos al apoyo a las democracias, abriendo muchas interrogantes sobre el significado de preferir verdaderamente una democracia a un gobierno no democrático.

El informe señala que el deterioro de la preferencia por la democracia rompe su tendencia a la baja, y el alza desde un 48% de preferencias en 2018 a un 52% en 2024 sería la más significativa desde el 2010. De ahí la idea de la resiliencia de la democracia en la región que propone el Informe. Sin embargo, en la mayor parte de los países el alza es bastante moderada, en promedio 2,7%, pero el aumento general está fuertemente influido por los casos de México (+14), Argentina (+13), Panamá (+8), República Dominicana (+7) y Costa Rica (+7). Los casos más notables de alza como México y Argentina son muy distintos, pero se centran fuertemente en el liderazgo de los presidentes, donde México elige a su primera mujer presidenta y Argentina tiene a un líder carismático que promete una revolución libertaria. Los demás casos de alza son una mezcla de buena gobernanza y aumento de expectativas económicas y es en este último punto donde aparecen también cosas interesantes para el resto de los países. En efecto, es llamativo que las expectativas de mejora de la situación económica personal y familiar (mejor + mucho mejor) lleguen a un 52%, lo más alto desde que se realiza la medición en 1995, sobre todo, porque ello contrasta con el fuerte pesimismo que existe sobre las actuales condiciones económicas donde sólo un 14% las considera buenas o muy buenas y donde el 37% estima que las cosas mejorarán a nivel país.

En términos generales, puede observarse un optimismo individual contrastado con un cierto pesimismo colectivo y es aquí donde existe el peligro de creer que los individuos no necesitan al resto para alcanzar sus logros, hablamos del resto de la sociedad no solo del Estado. Esto se apoya en los bajos niveles de desconfianza interpersonal (15%) y para qué hablar de las instituciones políticas que están en situación crítica y entre las cuales vemos que sólo la imagen de presidente genera relativa confianza (37%). La situación configura un terreno fértil para populismos y autoritarismos incluso en democracias relativamente más estables como Chile.

La resilencia de la democracia no puede considerarse únicamente como la preferencia de un régimen democrático frente a uno no democrático, muchos gobiernos autoritarios a lo largo de la historia han representado a sectores amplios de la sociedad considerándose demócratas sin serlos. Nuestras democracias necesitan reforzarse en nuestros lazos colectivos, que no son necesariamente mediados por el Estado, así como mejorar la confianza en las instituciones. Nos parece que la eficacia de los lazos sociales para resolver problemas así como de las instituciones políticas son la clave que puede reavivar nuestras democracias. Al igual que los materiales fatigados, las democracias débilmente resilientes tarde o temprano se terminan quebrando.

Por Daniel Grimaldi, director ejecutivo de Fundación Chile21

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