Columna de Daniel Grimaldi: Jackson, el cierre simbólico de un ciclo
Como enseñan los clásicos del pensamiento político, no tener adversarios en política es signo de irrelevancia, pero tener más adversarios que aliados es signo de necedad e inmadurez y esa es la lección que el joven ministro deberá aprender para volver a la política más preparado.
La salida del ministro Giorgio Jackson ha sido leída como una derrota de proporciones para el gobierno, ya que uno de los pilares del proyecto del Frente Amplio y de la generación política de dirigentes estudiantiles del 2011 abandona Palacio bajo presiones de distintos sectores. Una triple derrota- señaló ayer Daniel Mansuy- del gobierno, de una generación y del propio Presidente. No cabe duda de que es un duro golpe, pero, a decir verdad, la salida de Jackson más que derrotas múltiples de hoy, es una constatación de algo que ya había cambiado hace más tiempo. El gobierno ya estaba débil y no es seguro que con Jackson afuera esa debilidad se incremente, para los más críticos dentro del oficialismo el gobierno podría incluso verse fortalecido. En segundo lugar, el discurso de la superioridad moral de una generación fue el mismo Gabriel Boric quien lo corrigió momentos después que su alfil lo enunciara y, además, lo hace justo cuando se aprestaba a integrar como ministra del interior a Carolina Tohá, fiel representante de la política de la Concertación y de la Nueva Mayoría. Esa disputa moral continuó mucho más animada por la prensa que por los actores políticos, los hechos y las nuevas alianzas para dar gobernabilidad ya lo habían superado.
Las puestas en escenas de las renuncias son una teatralización para asumir una posición posterior. Nunca sabremos, al menos no en el mediano plazo, si a Giorgio Jackson le pidieron la renuncia, si lo hizo por convencimiento propio o si su salida fue una decisión colectiva meditada en el grupo político más estrecho del Presidente. Pero me parece que su salida es más bien simbólica, aunque se cierra un ciclo de manera más completa, en el fondo, las cosas no han cambiado para el gobierno desde el giro mayor que ya se dio el año pasado. ¿Quién gana entonces con la salida del ministro Jackson?
A parte de los gustos personales de sus adversarios más feroces (de todos lados) por cuentas del pasado, no es claro que su renuncia sea capitalizable para la oposición. Al igual que con las acusaciones constitucionales sin destino y que terminan siendo un show lamentable de desprestigio de la política, el affaire Jackson, al no estar ligado judicialmente a los casos de corrupción de las fundaciones, forma parte de otro de esos shows malos de la política que hacen perder la fe del ciudadano espectador en que sean estos políticos quienes puedan sacarnos adelante. Nadie gana con Jackson fuera y es una muestra más de la irresponsabilidad de la manera en que se está llevando la política hoy en Chile (si hasta el presidente de la CPC se sumó al coro de renuncia en vez de estar preocupado de temas más relevantes) y que nos puede llevar a una crisis mucho peor que la del estallido social.
Como enseñan los clásicos del pensamiento político, no tener adversarios en política es signo de irrelevancia, pero tener más adversarios que aliados es signo de necedad e inmadurez y esa es la lección que el joven ministro deberá aprender y volver a la política más preparado. Otros con mucho menos mérito e inteligencia, pudieron hacerlo, el punto es si después del deterioro que está teniendo nuestra política va a quedar posibilidad de alianzas amplias y durables que den gobernabilidad o nos transformaremos en una torre de Babel o en un manicomio.
Daniel Grimaldi es director ejecutivo de Fundación Chile 21.