Columna de Daniel Grimaldi: Sistema electoral: lista cerrada, pero bien hecha

El “piso mínimo”: el número de escaños que marcará el éxito o el fracaso de los partidos en la elección de mañana


En la discusión sobre sistemas electorales, al contrario de lo que muchos intuyen, importa menos la técnica para convertir votos en escaños que el rol que se le quiere dar a los partidos políticos en una democracia. De lo contrario, en buen chileno, se estaría poniendo la carreta delante de los bueyes. Entonces, si queremos subsanar los problemas de nuestro sistema de partidos a nivel del Congreso y darle mayor vitalidad a nuestra democracia, debemos comprender que los partidos ya no tienen el mismo rol que el siglo pasado y en función de ello tenemos que pensar un buen sistema electoral en torno a dos premisas: la política es una actividad principalmente colectiva y, en segundo lugar, hoy la democracia representativa es insuficiente en sí misma como sistema de distribución del poder de decisiones.

Primero, ¿para qué sirve un partido político hoy? A diferencia del siglo XX, donde se consolidó su definición más precisa en la ciencia política, los partidos ya no son los productores principales de ideologías universalistas para moldear una sociedad. No socializan ni educan políticamente, tampoco son los principales agentes movilizadores de las fuerzas sociales. Hoy, la sociedad civil realiza todas esas funciones de manera relativamente autónoma y los partidos lo que hacen es interpretar los deseos de un sector de la sociedad civil que ya se reproduce ideológicamente y se moviliza por sí mismo. La tarea que mejor realizan es seleccionar al personal político para llenar escaños y puestos en el Estado, pero la calidad de esta función debe mejorar. Por otra parte, también es necesario dar mayor cabida a la sociedad civil y a los individuos en la toma de decisiones.

Segundo, para mejorar la selección de candidatos en los partidos creemos que el mejor instrumento es una lista cerrada, porque refuerza el carácter colectivo de la política. En este modelo, quien primero selecciona es el partido, que tiene más acceso a la información sobre las competencias y honorabilidad de los aspirantes a un puesto y ofrece a quienes mejor representan la oferta del conglomerado. Los ciudadanos eligen sobre este “paquete”. Es difícil que el votante pueda saber de antemano todo sobre un candidato, es más claro adherir a un programa de un conglomerado o partido. Como la política es colectiva es esta la idea que debemos reforzar, un conjunto de candidatos bien seleccionados es mejor que una lista de supermercado donde se vota por el individuo del cual no tenemos mucha información. Pero el problema está en que para que este mecanismo funcione correctamente, debe existir un mejor estándar de selección de candidatos y mayor fiscalización y auditoría de estos procesos, para evitar problemas como los de los candidatos del PDG y Republicanos en la última elección. Como complemento para disminuir la fragmentación es necesario un umbral mínimo de 5% y evitar las pymes políticas, toda vez que la lista cerrada permite organizar mucho mejor la paridad e incluso participación indígena.

Finalmente, lo anterior no resuelve el problema del desgaste las democracias representativas. La mejor selección del personal político aborda la idoneidad de los aspirantes para el cargo, pero para avanzar en una democracia más vigorosa necesitamos complementar la democracia representativa con más democracia directa, participativa y deliberativa en un sistema virtuoso de control del poder político. ¿Seremos capaces de mirar al siglo XXI?

Por Daniel Grimaldi, politólogo, doctor en Estudios Políticos del EHESS, Francia