Columna de Daniel Loewe: Marginal
Solemos considerar la autosuperación como una virtud. El deporte es un contexto donde sucede a menudo. Recuerde los Juegos Olímpicos y los logros de los atletas. Un logro marginal, que permite pasar de una marca a la siguiente, hace toda la diferencia. Las preseas se remontan a capacidades naturales plus entrenamiento (una aproximación al esfuerzo), lo que nos maravilla y es objeto justificado de admiración. En sentido clásico, admiramos una perfección humana, una que pocos pueden alcanzar. Por eso no nos convence y no despierta nuestra admiración quien gana una competencia con un desempeño mediocre porque, por ejemplo, los otros competidores amanecieron enfermos; y por eso también despierta nuestra admiración quien pierde con un desempeño que denota un gran esfuerzo.
Pero hay también personas que se superan en sentido inverso (como las ganancias negativas de los economistas), acumulando logros cada vez peores, hasta alcanzar un nivel de imperfección sorprendente. El diputado Winter (FA) parece pertenecer a esta especie de cultores de logros negativos. Es cosa de examinar sus sucesivas declaraciones. Recuerde la calificación de la multa del voto obligatorio como “antipobres” (“A los que quieren obligar, forzar a ir a votar, son los pobres, por eso es que este proyecto es antipobres”); o cuando sostuvo que el gobierno “ha cometido un error” en su “afán de acuerdos, que son necesarios para mejorar la vida de los chilenos”; o cuando sostuvo que el Presidente Boric tendría “un liderazgo espiritual”; y el último broche de oro: “lo que vivieron, a quienes les quemaron los locales. Es terrible. Pero respecto del estallido y su magnitud, resulta marginal”.
“Marginal”. Un término que parece caracterizar el proceder del diputado. Los asuntos marginales, triviales, poco importantes, como los acuerdos por lo que se esfuerza el gobierno (no así la oposición) para “mejorar la vida de los chilenos”; o el intento de ampliar la clase de votantes (para obligar a diputados como él mismo a que vayan a ganarse el favor de los “pobres” que no votan); o los sueños, esfuerzo, esperanzas y trabajo de toda una vida, o la destrucción de lugares de culto fundamentales para tantos, no son lo suyo. Y es que él está para las grandes cosas, no para los asuntos marginales. Lamentablemente así no nota que es justamente en los asuntos marginales en los que se nos va la vida; en tener trabajo y seguridad, en poder perseguir sueños, en avizorar un futuro mejor para nuestros hijos, etcétera. La (im)perfección que expresa así el diputado (y que tanto sorprende) se parece a la que criticaba John Plamenatz en muchos gobernantes después del proceso de descolonización: “Están orgullosos de su pueblo, orgullosos de lo que pueden hacer con ellos, de lo que pueden lograr en su nombre, pero no tienen ni respeto ni piedad por ellos como individuos”.
Por Daniel Loewe, Facultad de Artes Liberales, Universidad Adolfo Ibáñez
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.