Columna de Daniel Matamala: El empedrado (Respuesta a Matías Meza-Lopehandía)
Es llamativo que un proyecto político tan crítico del poder cuando otros lo ejercen, resulte ser tan autocomplaciente cuando son ellos los que están al mando.
En respuesta a mi columna “Barros Boric”, Matías Meza-Lopehandía, exjefe de gabinete del presidente Boric, plantea cuatro líneas de defensa de la acción del gobierno en sus dos primeros años.
La primera es que ha enfrentado una oposición obstruccionista con mayoría en el Congreso. La segunda es que, pese a ello, ha tenido logros. La tercera es que recibió un país en el suelo y ha debido “normalizarlo”. Y la cuarta es que, miradas en detalle, las contradicciones entre el Boric candidato y el Boric presidente no son tales.
Vamos una por una.
I.
Meza atribuye la falta de reformas a la “enconada oposición”. En eso, tiene un punto. El gobierno no tiene mayoría parlamentaria, enfrenta una oposición obstruccionista, y además sus reformas provocan fuerte resistencia del poder económico y medios de comunicación. Todo ello, sin embargo, se sabía desde el resultado de la primera vuelta electoral. La pregunta es cómo La Moneda, con el propio Meza como líder estratégico, enfrentó ese escenario, objetivamente muy difícil.
A mi juicio, cometió tres errores catastróficos.
El primero fue el diseño del gobierno. Repartió todos los cargos de primera línea entre el Frente Amplio y el Partido Comunista, dejando en una posición secundaria al Socialismo Democrático, pese a que necesitaba todos y cada uno de sus votos para poder pasar cualquier proyecto en el Congreso. Un error que solo remedió después del plebiscito del 4 de septiembre, cuando ya era demasiado tarde.
El segundo error fue retrasar el debate sobre las dos reformas clave (tributaria y de pensiones) para después del plebiscito, apostando a un triunfo. El gobierno desperdició su luna de miel, el único momento en que habría tenido el impulso para negociar desde una posición de fuerza en el Congreso. Esto era previsible: desde 2010 en adelante, todos los gobiernos han tenido muy breves ventanas de iniciativa política, al comienzo de su gestión. La administración Boric se farreó ese momento.
El tercer error fueron los indultos. Una mala decisión, peor diseñada y espantosamente ejecutada, que llevó al gobierno a su peor nivel de apoyo en los dos años y lo dejó nocaut para enfrentar el debate sobre delincuencia. Ese caso de chapucería política dinamitó la gestión de la ministra Tohá, justo cuando negociaba una propuesta razonable de seguridad. El resultado fue que, en los meses siguientes, el gobierno terminó haciendo suya la agenda legislativa de la derecha.
Ninguno de estos errores fue culpa del empedrado: la responsabilidad es del presidente y de quienes lo asesoraron en esas tres decisiones ruinosas para su proyecto político.
II.
El exjefe de gabinete dice que han cumplido “un tercio” del programa. Por supuesto, hay avances destacables, como los tienen todos los gobiernos (jornada de 40 horas, sueldo mínimo, entre otros). Pero, ¿cómo se comparan esas medidas con la promesa de “un nuevo Chile”, donde “el mercado deje de ser el principio estructurador de la sociedad”, junto al “cambio estructural de nuestra matriz productiva”, para “avanzar hacia un nuevo modelo de desarrollo”.
Ni siquiera en los temas fundantes de su visión política, como las libertades individuales, hay demasiado que destacar. Bachelet aprobó el aborto en tres causales. Piñera, el matrimonio igualitario. ¿Qué puede enarbolar Boric como legado a esa altura?
Más aun: estos dos años han significado un fuerte retroceso en la opinión pública de las ideas que defiende el oficialismo, como la solidaridad en pensiones o la identificación con el movimiento feminista. En pensiones, cuando eran oposición rechazaron con desdén la idea de Piñera de dividir las cotizaciones en 3 puntos para solidaridad y 3 para ahorro individual. Ahora, desde La Moneda, piden por favor a la oposición que acepte ese mismo trato.
Nunca, desde la dictadura, Chile se había derechizado tanto ideológicamente como en estos dos años en que la izquierda ha estado en La Moneda. Prometieron “un nuevo Chile”, pero, lejos de acercarse a él, han visto como el país va en la dirección opuesta.
III.
El exjefe de gabinete argumenta que el gobierno debió acometer la “normalización” de un país convertido, según un diputado al que cita, en “un mojón”. Su complaciente mirada de los avances, lamentablemente no coincide con una opinión pública que cree que el país está peor que hace dos años, y que ha dado dos contundentes varapalos al oficialismo, en septiembre de 2022 y mayo de 2023.
Tampoco se hace cargo de la responsabilidad de la entonces oposición en tales problemas “heredados”: por ejemplo, en la inflación empujada por los segundo, tercer y cuarto retiros, apoyados por el entonces diputado Boric y su coalición.
IV.
El exjefe de gabinete de La Moneda explica que la ratificación del TPP, la complacencia con el Alto Mando de Carabineros y los estados de excepción permanentes no son una contradicción con las promesas del oficialismo. Sus argumentos sobre el TPP ya fueron desmentidos por especialistas en la materia. Sobre Carabineros, dice que se ha puesto “el respeto de los DDHH en el centro del quehacer de la institución policial” (¿manteniendo en su cargo a un General Director que será formalizado precisamente por violaciones a esos derechos?).
Sobre el uso permanente de los estados de excepción que antes deploraban, explica que era “imprudente entregar facultades represivas extraordinarias” a Piñera, pero que Boric, en cambio, “ha respondido a la confianza del Congreso”.
Ese argumento es alarmante. Parece que las libertades y derechos constitucionales de los ciudadanos sólo son intransables cuando gobiernan los otros, pero se vuelven relativas cuando son ellos los que están en La Moneda. Hoy, el presidente propone que se pueda desplegar ¡por decreto! a los militares. ¿Su legado será entregar esa facultad a un presidente Kast o una presidenta Matthei?
“Vota Gabriel, y que los milicos se devuelvan al cuartel”, cantaban en la franja electoral de 2021. ¿Qué habrían dicho entonces de un gobierno que eterniza a los “milicos” en la calle, que gobierna con estados de excepción permanentes y convocando al Cosena? ¿De uno que, lejos de concretar reformas estructurales, ve el retroceso de las ideas progresistas? ¿Tendrían tantas explicaciones culpando al empedrado?
Es llamativo que un proyecto político tan crítico del poder cuando otros lo ejercen, resulte ser tan autocomplaciente cuando son ellos los que están al mando.