Columna de Daniel Matamala: El Imperio contraataca

Donald Trump
(AP Photo/Andrew Harnik)


En el albor del siglo 20, Estados Unidos, la república que se había alzado contra las injusticias del imperialismo europeo, se convirtió, a su vez, en un imperio.

En 1898, tras la guerra contra España, volvió a Cuba su protectorado, y a Puerto Rico su posesión. Luego intervino en Colombia, para provocar la secesión de Panamá y construir allí su canal.

En 1904, el presidente Theodore Roosevelt articuló el “corolario Roosevelt” a la Dotrina Monroe. Monroe había proclamado “América para los americanos”, rechazando al imperialismo europeo en el continente. Ahora Roosevelt añadía que el “aflojamiento de los lazos de la sociedad civilizada” en algún país obligaría a “la intervención por una nación civilizada”, con lo cual Estados Unidos ejercería “un poder policial internacional” sobre el hemisferio.

Se le llamó “la doctrina del gran garrote”: ese garrote eran los marines, que actuaron para “civilizar” a Cuba, Nicaragua, Haití y República Dominicana, cada vez que los intereses económicos estadounidenses se vieron amenazados. También México vivió la invasión de Veracruz y la “expedición punitiva” del general Pershing.

Décadas después, otro presidente Roosevelt (Franklin D.) proclamó el reemplazo del “gran garrote” por la política del “buen vecino”, aunque, durante la guerra fría, ese “buen vecino” se reservaba el derecho a intervenir en su “patio trasero”.

Así pasó en Guatemala, Chile y otros países en que la “nación civilizada” destruyó las democracias locales para asegurar su fidelidad al bloque capitalista de la guerra fría.

Con la caída del Muro, esa excusa también cayó, y Estados Unidos entró en una era de indiferencia respecto a América Latina, interrumpida por operaciones vinculadas al narcotráfico, como la invasión de Panamá en 1989 o la injerencia en la política interna de Colombia, México y Bolivia.

Hasta que llegó 2025, y Donald Trump sacó el gran garrote del baúl de la historia.

Trump ha revivido la política que considera al hemisferio occidental como propiedad del Imperio Americano, con amenazas de anexión territorial incluidas.

Las razones son propias del siglo 19. Sobre Groenlandia, Trump dice que Estados Unidos “la necesita por razones geopolíticas”, sin excluir la invasión militar para apoderarse de ella. Sobre el Canal de Panamá, arguye que “nosotros lo construimos”. Y al Golfo de México lo renombró, por su gracia y voluntad, como “Golfo de América” (del país, no del continente).

América (el continente) está avisada. En la era del emperador Trump, la soberanía nacional ya no se respeta.

Lo mismo en las relaciones económicas. Los supuestos campeones del libre comercio han notificado que sus reglas se aplican a todo el mundo, menos a ellos. Trump partió amenazando a Colombia con imponer a sus productos un arancel del 50% si no se sometía a sus condiciones. Y ahora ha aplicado un impuesto del 25% sobre las importaciones de México y Canadá, países con los que el mismo Trump firmó un tratado de libre comercio en 2018.

No sólo los acuerdos suscritos por otros presidentes han caducado. Ahora, ni siquiera los acordados por el propio emperador en persona tienen valor.

El panorama es sombrío para todo el hemisferio sobre el que se extiende esta sombra imperial. Y también para Chile.

Más allá de la visa waiver, las amenazas son claras y concretas.

La primera es el arancel al cobre.

Trump anunció que impondrá impuestos a las importaciones de acero, aluminio y cobre, por supuestas razones de seguridad nacional. La mitad de las exportaciones chilenas son cobre, y Estados Unidos es nuestro segundo destino, después de China. Claro, tenemos un TLC con Estados Unidos, pero ya sabemos cuánto vale eso en la era imperial.

La segunda es la amenaza de los dueños de las AFP.

El American Council of Life Insurers (ACLI), que agrupa a las empresas estadounidenses dueñas de las AFP Provida (Metlife), Cuprum (Principal) y Habitat (Prudential), envió una carta al Presidente Boric y a los líderes del Congreso. En ella, advierten que la aprobación de la reforma de pensiones “pone en riesgo los acuerdos internacionales de libre comercio”.

Las empresas estadounidenses nos amenazan con acusarnos al emperador. “A medida que la administración del Presidente Trump comienza su amplia revisión de los acuerdos comerciales, es importante que estas acciones y sus implicaciones sean plenamente comprendidas por los líderes estadounidenses”, declara textualmente.

La fundamentación es insólita. La reforma establece que cada dos años se licitará, aleatoriamente, el 10% de los afiliados a la AFP que ofrezca la menor comisión, lo que permitiría a AFP nuevas desafiar a las grandes, y además reducir las comisiones que pagan los trabajadores. (Cada afiliado, por cierto, podrá rechazar el cambio).

Para ACLI, esta norma que favorece la libre competencia “constituiría una expropiación de inversiones significativas de Estados Unidos en Chile”. Nótese el término: facilitar que los trabajadores se muevan a una AFP que les cobre menos sería “expropiar” a las AFP más caras.

Para estos inversores estadounidenses, los trabajadores chilenos son una cosa que les pertenece.

Es una carta grosera, un insulto a la soberanía de Chile.

Y una amenaza sobre el regreso del “gran garrote”, cuando los intereses de una empresa estadounidense se vean comprometidos.

Llama la atención que las primeras bravatas de este nuevo Imperio Americano sean seguidas con silencio, aprobación o incluso franca simpatía por relevantes sectores políticos en América Latina, incluido Chile.

Hablo de “patriotas” que se visten con jockeys y calcetines de “Make America Great Again”, al parecer sin captar que esa “America” no solo no nos incluye, sino que abiertamente nos desprecia.

En el primer round de Trump, contra Colombia, políticos relevantes como Evelyn Matthei se pusieron del lado estadounidense, sin entender que esa amenaza cualquier día puede volcarse contra nosotros.

El mismo día que asumió, y mientras políticos chilenos competían por quien lo adulaba más en sus redes sociales, le preguntaron a Trump por América Latina. “No los necesitamos”, fue su respuesta.

Ya es hora de que nuestros “patriotas” dejen de encandilarse con el déspota de Washington, guarden sus gorritos “MAGA”, y se pongan del lado de los intereses nacionales ante el contraataque del Imperio.

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